Eccediciones
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Vigilante con medias de seda

Cuando los autores responsables de las siete miniseries que componen Antes de Watchmen comenzaron a trabajar en el proyecto, llegaron al consenso de utilizar la obra original de Alan Moore y Dave Gibbons como una suerte de libro de estilo, la Biblia a la que recurrir para solventar cualquier tipo de conflicto creativo.

El objetivo no era solo evitar incoherencias, sino que buscaban impregnar sus historias de un espíritu similar al del material de partida, de modo que cada miniserie entroncara con algún aspecto de la obra publicada en 1986. Sin embargo, Antes de Watchmen: Espectro de Seda es probablemente el que más se aleja de Watchmen, y lo hace por un buen motivo: escarbar en el alma de Laurie Juspeczyk, un personaje que en el relato de Moore aparece siempre a la sombra de sus compañeros masculinos.

Esto suponía un problema de partida y, al mismo tiempo, una oportunidad para Darwyn Cooke, guionista de la serie, que así lo explicaba durante una entrevista en Entertainment Weekly: “Cuando revisé el libro original me di cuenta de que, pese a lo mucho que me gustaba Laurie, realmente solo era la novia del Dr. Manhattan y, más tarde, de Búho Nocturno, pero nunca llegamos a verla siendo autosuficiente y afrontando sus propios problemas”. Estas palabras ya permitían anticipar qué tratamiento tenía Cooke en mente para la miniserie Antes de Watchmen: Espectro de Seda: su objetivo sería construir una protagonista con las madejas de un personaje que, aunque trascendente, se retrata como secundario en la obra original; un personaje vehicular en el que no recaen decisiones determinantes. De este modo, el primer paso del guionista ha sido dotarla de un conflicto que sirviera de motor a la historia, y para ello recurre con astucia a esa relación enquistada entre Laurie y su madre, la Espectro de Seda original, que ya recogía Alan Moore en su relato.

Los autores, Darwyn Cooke y Amanda Conner, profundizan en esta complicada relación y nos muestran las primeras grietas en la base de la misma; unas grietas que terminarán por quebrar ese vínculo materno-filial de un modo que no se enmendará hasta las páginas finales de Watchmen. Por tanto, lo que tenemos en esta miniserie es a una joven Laurie en busca de su propia identidad, lo que la empujará a afrontar sus primeras decisiones y, por ende, sus primeras equivocaciones. Aun así, el relato carece del dramatismo del guion de Moore: no es una historia de vigilantes enmascarados que han visto demasiado horror y hacen balance de sus errores, sino que es la historia vitalista de una adolescente a la que le queda toda la vida por delante, una vida que el lector anticipa sombría, pero que continúa siendo luminosa y optimista en sus primeros años.

Es por ello el cómic que más se separa del tono del original, algo que los responsables de DC Entertainment no se esfuerzan por ocultar, más bien al contrario, lo subrayan en la medida de lo posible, como demuestra la elección de Amanda Conner para hacerse cargo de los lápices. Los lectores que no hayan tenido el placer de disfrutar del trabajo de esta artista descubrirán a una ilustradora de trazo alegre y desenvuelto, con un estilo desenfadado que podríamos definir como diametralmente opuesto al de Dave Gibbons en la obra de referencia, pero que encaja a la perfección con el espíritu que Cooke quería dar a Antes de Watchmen: Espectro de Seda. Pese a todo, los guiños y las referencias siguen ahí, empezando por la característica retícula de 3x3 viñetas por página que Gibbons empleó en Watchmen, la cual era, a su vez, un homenaje a la forma de trabajar de Steve Ditko, que siempre consideró que la “proporción áurea” de una página de cómic era ese esquema de 3x3.

Esta elección de un tono más ingenuo para la historia de Laurie “Jupiter” Juspeczyk no responde solo a la necesidad de retratar una etapa más sencilla de la vida de la protagonista, o a que la historia se desarrolle en los años sesenta, una década más transgresora con una generación de jóvenes americanos que aún no había caído en la desazón de la Guerra Fría. También responde a una decisión propia del guionista, quien reconoce que el relato original le resulta “demasiado pesimista, cargado de una oscuridad penetrante” fruto de la época en que fue publicado y de la visión del mundo de Alan Moore, ciudadano de una sociedad en plena Guerra Fría que vive el auge del conservadurismo de Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

Es por ello que Cooke enfatiza su intento de ofrecer un cómic más esperanzador, menos opresivo para el lector. Sean cuales sean nuestras preferencias, hay que reconocer la valentía de estos autores al intentar ofrecer algo personal. Lo más sencillo hubiera sido buscar una continuidad en fondo y forma con Watchmen. Sin embargo, han confiado en su visión hasta el final, apostando por la historia de una chica joven e inocente que se convertirá en la mujer capaz de convencer al Dr. Manhattan de abandonar su exilio marciano y volver a la Tierra.

En una entrevista concedida a Los Angeles Times, Darwyn Cooke reconoció que en un principio rechazó el proyecto porque no se le ocurría “ninguna historia comparable al original y, sinceramente, todos sabemos que lo que escribamos va a ser comparado. No quería la atención que este proyecto va a generar. No la necesito. Pero meses después de mi negativa, los elementos de la historia comenzaron a fluir. Era tan excitante que, finalmente, tuve que considerar seriamente la posibilidad de escribirla”. Pues bien, este cómic y la miniserie Antes de Watchmen: Minutemen son las historias que acudieron a la mente del canadiense con tal fuerza que le obligaron a dejar a un lado todas sus cautelas; algo que deberíamos celebrar, pues significa que.este cómic, más que un encargo, es una historia con vida propia, escrita a pesar del muy respetable impulso de autoconservación de su autor. Y las historias con alma siempre han sido las mejores.

David B. Gil