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Sociedades secretas

Puede que el planteamiento inicial de la aclamada etapa de Scott Snyder y Greg Capullo en Batman, el de presentar como nueva amenaza para el personaje una elitista sociedad secreta que lleva siglos operando en la sombra (como vimos en los números 1-11 de la serie), haya calado hondo en los lectores y haya recibido los merecidos elogios de la crítica por la originalidad de su propuesta... pero no es, desde luego, el primer colectivo de estas características que aparece en los cómics de DC. De hecho, este mes podemos ver en las páginas de la Liga de la Justicia de América del Nuevo Universo DC las tropelías de “la Sociedad”, un grupo clandestino que recluta al Espantapájaros, que deja a Green Arrow al borde de la muerte y que en realidad es la encarnación en el nUDC de la clásica “Sociedad Secreta de Supervillanos”, que ha tenido muchas a través de las épocas (con líderes tan ilustres como el Ultra-Humanita o Lex Luthor).

Sin embargo, las sociedades secretas que han ido apareciendo en los cómics del propio Batman dan mucho de sí... El primer villano disfrazado al que se enfrentó el Hombre Murciélago, el Monje, ya disponía de su propia hermandad de fanáticos seguidores. Su debut histórico se remonta a los números 31 y 32 de la serie clásica de Detective Comics (septiembre-octubre de 1939), y reapareció en los años setenta de la mano de Gerry Conway y Gene Colan (núms. 349-351 de Batman), pero quizá los lectores recuerden más bien la versión moderna de dicho debut que en España se publicó como Batman y el Monje Loco, a cargo de Matt Wagner (y en esta versión fue donde, en realidad, se materializaba esa idea de que existía toda una secta de tintes sobrenaturales a su alrededor). La que más notoriedad ha alcanzado con el tiempo, aparte del Tribunal, seguramente es la Liga de Asesinos, bajo el liderazgo de Ra’s al Ghul o de su hija Talia. No solo fue relevante desde principios de los setenta, años que vieron la creación del personaje, sino que ha aparecido también bajo el nombre de Liga de las Sombras en las películas de Christopher Nolan y es un concepto que se ha mantenido más o menos intacto en el nUDC: se ha explicitado ya que fue clave en el regreso de la muerte de Jason Todd, alias Capucha Roja, y constituye también una amenaza constante para otro colectivo mucho más público y notorio, Batman Inc. Una de las víctimas mortales más recientes de Talia y la Liga de Asesinos ha afectado a Batman hasta el punto de cambiar su vida de forma absolutamente demoledora, como nos muestran Grant Morrison y Chris Burnham en el tomo 2 de esa cabecera.

Años atrás, antes del nUDC, fue de capital relevancia la Orden de San Dumas, que amparaba a los asesinos denominados Azrael y por tanto al personaje de Jean-Paul Valley, conocido en la historia universal de la infamia por haber suplantado al mismísimo Bruce Wayne bajo la capucha del Hombre Murciélago. Algunos veteranos lectores y críticos han señalado que en realidad Garra (Calvin Rose) no es más que la versión del nUDC de Azrael (Jean-Paul Valley). Y lo cierto es que las coincidencias son múltiples: ambos son designados como asesinos al servicio de una orden secreta que les exige cumplir con un papel que rechazan, de ahí el conflflicto de los personajes y su enfrentamiento a un destino asignado que se niegan a aceptar. Ello les confiere también ese aire de “solos frente al mundo” y esa “épica de pocos contra muchos” que los vuelve protagonistas francamente interesantes. Pero, más allá de eso, sus trasfondos personales son completamente distintos: Jean-Paul era como una máquina de matar perfecta, incluso a su pesar, mientras que Calvin Rose es un maestro escapista que hace de su talento el recurso idóneo para huir de sus captores o infiltrarse en sus instalaciones. Podría considerarse también hermanado con Mr. Milagro, el experto en escapismo de los Nuevos Dioses de Jack Kirby —capaz de fugarse de Apokolips—, aunque la voluntad de verosimilitud que tienen las peripecias de Calvin, ya que al fin y al cabo es un personaje relacionado con Batman, le aleja de Scott Free lo suficiente como para ratificar su entidad propia. De hecho, tras la lectura de este primer volumen, uno alberga la sensación de que, aunque nada tuviera que ver el trasfondo de Garra con el de Batman, el personaje es tan versátil que daría para una película de acción o una serie televisiva de varias temporadas.

Fue Grant Morrison quien estableció que el viaje al pasado de Bruce Wayne, motivado por el desenlace de Crisis Final —cuando todos le daban por muerto tras su enfrentamiento con Darkseid—, sirvió para fundar en la prehistoria otra sociedad secreta que se prolongaría a lo largo de siglos: la de los Miagani, el antiguo Pueblo de los Ciervos, adoradores del murciélago y custodios de la capa y la capucha. Según Morrison fue otra organización clandestina, una secta satánica relacionada con el Doctor Hurt —líder también del Guante Negro—, la que ya en el siglo XVIII invocó al demonio Barbatos, según lo establecido anteriormente por Peter Milligan y Kieron Dwyer en la saga Dark Knight, Dark City (publicada en el tomo 7 de Batman: Arkham). Y entre sus filas se encontraba ni más ni menos que Thomas Jefferson, algo que no está nada mal para el currículo de toda sociedad secreta que se precie. La evolución de estas sociedades en concreto es algo que el lector puede constatar ahora en la reciente edición del tomo Batman: El regreso de Bruce Wayne, donde observamos retazos de su presencia cruzando las centurias, estrechamente vinculada a la odisea temporal.

Si ampliamos nuestras perspectivas a todo el Universo DC, las sociedades secretas —es decir, las que han existido sin que la mayor parte de la humanidad las conozca, al margen de que lo hayan hecho desde tiempo inmemorial o no— se multiplican: desde el Círculo, la misteriosa organización a la que aludían los enemigos de Superman en Qurac, capaz de manipular la mente del Hombre de Acero (se vio en el núm. 427 americano de Adventures of Superman, con fecha de portada de abril de 1987, a cargo de Marv Wolfman y Jerry Ordway), hasta la secta de fanáticos de la Fuerza de Velocidad liderada por Savitar en las páginas del Flash de Mark Waid, quien creó al villano junto a Óscar Jiménez para glorificarlo en una de las más memorables sagas de la trayectoria de Wally West, Calor muerto, que en España se ha publicado tanto en un tomo unitario del mismo título como en las páginas de Universo DC: Flash. Los Jóvenes Titanes se han enfrentado en repetidas ocasiones al Hermano Sangre y su Iglesia, una secta existente desde el año 1202 cuyos líderes mueren a manos de sus hijos tras haber asesinado a sus padres. Y otros numerosos grupos de DC —los Outsiders, la JSA, el Escuadrón Suicida o Jaque Mate— han luchado contra Kobra y su organización terrorista homónima, compuesta por fanáticos religiosos seguidores de Kali Yuga, cuya existencia fue secreta durante mucho tiempo y cuyos orígenes cronológicos son desconocidos.

Ni siquiera personajes aparentemente mucho más luminosos que Batman, como Green Lantern o Wonder Woman, se libran de tener sociedades secretas acechando en su pasado. La existencia de los Blue Lanterns era desconocida hasta que se revelaron en el especial Rage of the Red Lanterns, incluido en el tomo 3 de Green Lantern de Geoff Johns, y solo posteriormente se descubriría que los habían fundado dos Guardianes renegados, Ganthet y Sayd, que habían viajado al planeta Odym para convertirlo en sede de unos nuevos Corps basados en la esperanza; casi lo mismo podría decirse de otros cuerpos similares, como la Tribu Índigo o los peculiares Orange Lanterns, hasta que se desveló su existencia... y su pasado, cuyo descubrimiento por parte del lector, esa sensación única de ir aclarando lo que ha estado oculto incluso durante milenios, supone uno de los mayores placeres que ofrece la etapa de Johns en la franquicia. En el caso de Diana, las amazonas de Bana-Mighdall fueron una escisión de las de Themyscira, ya que abandonaron dicha isla para marcharse a vivir a zonas desérticas tres milenios atrás y Wonder Woman descubriría estupefacta su existencia en el núm. 29 de la colección iniciada en los años ochenta por George Pérez.

Con estos ejemplos y muchísimos más podemos dar fe de que las sociedades secretas no son algo nuevo en los cómics de DC, pero sin duda sí que lo es esta en concreto, el Tribunal de los Búhos, para cuya creación Snyder confesó haberse inspirado en uno de los depredadores naturales de los murciélagos. Su éxito como amenaza creíble para el Caballero Oscuro y sus aliados, gracias a su elaborado pasado y a su ominosa representación gráfica por parte de Capullo, ha sido más que evidente. Ahora son James Tynion IV y Guillem March quienes recogen el testigo y amenazan, mediante las aventuras de una Garra con consciencia llamada Calvin Rose, con seguir adentrándose junto a los lectores en las profundidades de un territorio tan atractivo como inexplorado.

Felip Tobar