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Síntesis americana

Para el Idealismo alemán, y posteriormente para la corriente marxista, la historia viene determinada por un enfrentamiento recurrente entre ideas opuestas que acaban por hermanarse en una nueva doctrina que sintetiza las anteriores y que, a su vez, se opone a otra nueva línea de pensamiento. Este cauce filosófico de tesis-antítesis-síntesis no es solo aplicable a la economía o a la política, sino que puede reconocerse en todos los ámbitos del conocimiento y el arte. En el cómic que acabas de leer, por ejemplo.

Pese a que sus manifestaciones han estado presentes de forma paralela en muchas culturas a lo largo de los siglos, la mitología vampírica está asociada en la actualidad al referente stokeriano (el que se describe en la célebre novela Drácula), que posee una importante presencia de motivos religiosos. Resulta recurrente, en lo que respecta al nosferatu moderno, hablar de crucifijos y agua bendita, artículos expresamente cristianos que han sido asimilados popularmente como parte de las leyendas que rodean al vampiro. Irónicamente, es de la confrontación entre esta imagen más o menos clásica del vampiro de connotaciones religiosas y la teoría evolucionista de Charles Darwin (posiblemente una de las revoluciones científicas más difíciles de asimilar para los religiosos fundamentalistas) de donde surge la síntesis vampírica que Scott Snyder y Rafael Albuquerque proponen en American Vampire.

“Hablo sobre evolución, muñeca”, le dice Skinner Sweet a su protegida Pearl Jones en el primer tomo recopilatorio de la colección. Con esta simbiosis entre superstición y evolucionismo, Snyder va un paso más lejos que el conocido juego de rol Vampiro: La Mascarada (donde se detallaba una tipología vampírica dividida en clanes) y presenta diferentes estirpes de no muertos con fisonomías, fortalezas y debilidades características que responden a elementos naturales como el entorno y la herencia parental, y que en muchos casos manifiestan ciertos paralelismos con el reino animal. Así, en los primeros episodios de American Vampire se establece una clara diferencia entre el cárpato o vampiro europeo, que arde al contacto con la luz del sol y que es especialmente sensible a la madera, y el vampiro americano del título que, aunque deriva del primero, puede caminar en espacios abiertos en pleno día y tiene como única debilidad conocida el oro (una alusión al valor económico y simbólico de dicho metal en la sociedad en que se crio Skinner Sweet, el Oeste norteamericano de la llamada “fiebre del oro”). El Homo abominum americana o vampiro americano posee además ciertos rasgos ofidios, a juego con el nombre del protagonista (cuya pronunciación suena como el siseo de una serpiente), que contrastan con el aspecto quiróptero del Strigus gaelic- prime presentado en el segundo arco argumental de la serie, El diablo de las arenas. Algunos capítulos después, en la saga Guerra fantasma, aparecerá una especie asiática de vampiros batracios adaptados a una existencia subterránea debido a la cual han perdido los órganos de la vista como si de un vestigio evolutivo se tratase.

Esta aproximación darwinista a un concepto eminentemente folclórico es la que Snyder y Albuquerque (acompañados por otros afamados creadores como Stephen King o Sean Murphy) han ido desarrollando a lo largo de 25 episodios y una miniserie publicada en paralelo (y recogida en un tomo apropiadamente subtitulado Selección natural) que suponen además un completo fresco del universo ficcional norteamericano.

Ésa es, precisamente, otra de las aportaciones más importantes de American Vampire al mito del no muerto. Lejos de los oscuros ambientes góticos con que tradicionalmente asociamos al vampiro de raíces eslavas, el guionista Scott Snyder ha planteado su odisea sobrenatural como un recorrido por los emplazamientos más icónicos del imaginario colectivo estadounidense. Comenzando por el género norteamericano por excelencia (el western), el viaje de ultratumba de Skinner Sweet, Pearl Jones y sus aliados y enemigos nos ha conducido también a la transformación de la ciudad de Las Vegas en la moderna Sodoma que actualmente conocemos, en un relato con reminiscencias del género negro (duros policías, misteriosos asesinatos, viciosos proxenetas y grandes negocios urbanísticos mediante), otro de los grandes pilares de la ficción norteamericana del siglo pasado. El siguiente gran salto temporal en la trama de American Vampire nos lleva al frente del Pacífico en la Segunda Guerra Mundial, un terreno ampliamente explorado en la literatura, el cine e incluso las series de televisión norteamericanas, y uno de los grandes puntos de inflexión en la historia de los EE.UU. La predilección de Snyder por el género bélico queda también patente en la historia narrada en Selección natural, donde descubrimos las consecuencias de la colaboración entre el ejército nazi y las razas de la noche, trasladándonos a la ofensiva occidental de la contienda.

Por su parte, el presente tomo contiene dos historias que indagan en dos momentos representativos de la historia norteamericana. La bestia de la cueva no solo sorprende con inesperados detalles sobre el pasado común de Skinner Sweet y James Book (muchos años antes del renacimiento del primero como vampiro), sino que indaga además en el conflicto entre el ejército de la Unión y los nativos norteamericanos, uno de los episodios más reconocibles del mayor genocidio jamás cometido en territorio estadounidense. Son tres números primorosamente dibujados por el español Jordi Bernet, célebre por sus colaboraciones con el guionista Carlos Trillo en la histórica sección Clara de noche de la revista El Jueves y con el escritor Enrique S. Abulí en títulos inolvidables como Torpedo 1936, Historias negras o Snake (precisamente otro western repleto de violencia, mala baba y desnudos femeninos).

Carrera mortal, el segundo arco argumental recopilado en el presente tomo, recupera al dibujante habitual de American Vampire, el brasileño Rafael Albuquerque, en un nuevo salto adelante en esta cronología particular del imaginario estadounidense: nos trasladamos ahora a los años cincuenta californianos de la mano de Travis Kidd, un indisimulado sosias de James Dean en la mítica película de Nicholas Ray Rebelde sin causa. Con la salvedad, claro, de que aquí su adversario en el “juego del gallina”, esa carrera de automóviles abocada a terminar en tragedia, no es otro adolescente decidido a vivir deprisa y dejar un bonito cadáver, sino un peligroso vampiro americano al que muchos daban por muerto (una vez más) tras el episodio bélico de Taipan. Snyder reinterpreta los elementos arquetípicos de la angustia juvenil de aquellos días y consigue, en una maniobra cargada de humor negro, legitimar la delirante fantasía adolescente de asesinar a los progenitores para escapar de las restricciones impuestas por los adultos. Al mismo tiempo, el guionista resarce la figura del joven rebelde al enumerar en off las ideas que según un experto psiquiatra su cerebro no puede asimilar (la muerte, el amor, las consecuencias), demostrando precisamente cómo es el americano más “viejo”, Skinner Sweet, y no su rival adolescente, quien de entre todos los personajes manifiesta una conducta más ajena a tales conceptos.

El final de este cuarto volumen de la serie plantea, si cabe, más incógnitas que cualquiera de los precedentes. Mientras los Vasallos del Lucero del Alba parecen guardarse más ases en la manga de los que podríamos haber sospechado, nuevos personajes aparecen en escena enlazando con el pasado de los protagonistas y abriendo nuevas (y tal vez funestas) posibilidades en su futuro.

La propia lógica narrativa de American Vampire permite, merced a su estructura basada en continuos saltos adelante y atrás en el tiempo, elucubrar sobre la incidencia que otros importantes acontecimientos de la historia estadounidense tendrán en posteriores arcos argumentales. Quién sabe en qué nuevos contextos nos reencontraremos con Skinner Sweet, Pearl Jones o Travis Kidd: tal vez envueltos en la conspiración del caso Watergate, combatiendo a “Charlie” en las húmedas junglas de Vietnam o quizá, algún día, caminando sobre los escombros del World Trade Center. Depende de Snyder y Albuquerque decidir hacia dónde se dirige el siguiente paso evolutivo de esta genuina síntesis americana. Por suerte, nosotros solo debemos preocuparnos por disfrutar salvajemente del viaje.

Jero Piñeiro

Artículo publicado originalmente como introducción de American Vampire (edición en rústica) núm. 4.