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Planetary: Epílogo

Planetary me obsesiona.

Me obsesiona como si fuera una película de ciencia ficción desconocida y de bajo presupuesto de los años cincuenta que vi en un televisor en blanco y negro cuando era demasiado joven para asimilarla. Me obsesiona como si fuera un relato breve y visionario de alguna revista de bolsillo de las que lucían en portada palabras como “asombroso”, “sorprendente” o “Asimov”. Como si fuera una clase de Historia tan buena que, aunque brevemente, te percatas de que hubo gente que vivió todo aquello y de que tú estás a su lado. Como si fuera un western de Leone. Como James Bond si fuera tan guay como lo recordamos.

Fíjate en las portadas. En el logo. No hay dos iguales. Cada número es un relato breve y deslumbrante que engancharía al lector aunque este no tuviera ni idea de que forma parte de un todo más amplio. El primer número que compré fue el octavo, que es el primer capítulo del presente volumen. Me asombraron la imaginación, la oscuridad, la magnitud de todo. Y oye, además salen hormigas gigantes. Retroceder y comprar las entregas anteriores fue una necesidad instantánea, igual que esperar babeando la siguiente desde entonces. Lo que siempre me impactaba era la diferencia que había entre cada episodio. Cada aventura de Planetary contenían más imaginación y originalidad que casi cualquier película que vayas a ver este año. Warren Ellis se inspira en tantas fuentes culturales que su obra se convierte de verdad en una suerte
de historia del siglo XX tal como este existe en la ficción popular. Pero no es un mero pastiche, ya que Ellis trastoca y mejora los elementos que toma para que encajen a la perfección en esa visión épica que tiene. Nadie que ame los cómics puede dejar de sentir un estremecimiento de temor infantil después de leer Magia y muerte, el número 10.

El amor de Ellis por la literatura y la historia, pasado por el tamiz de su extraña visión, lo coloca a la altura de contemporáneos como Alan Moore en más de un sentido. No es difícil imaginar que sus universos se entrelacen, que Tom Strong o tal vez la Srta. Mina Harker se topen con Elijah Snow o Jenny Sparks de The Authority. Mientras muchos cómics se reinician, ultimatizan y añounizan en un frenesí onanista, estos dos están creando los universos más ricos y extraños que podamos tener la esperanza de encontrar. Resultan espeluznantemente familiares y son completamente nuevos. Los dos constituyen en estos momentos los pilares de los cómics modernos. (O es posible que sean “los tíos ingleses que más intimidan y más vello facial lucen de cómic moderno”, pero “pilares” es más fácil de decir.) Lo que los distingue es que, mientras las páginas de Moore desbordan información visual y sus viñetas están repletas de explosiones de vida y tradición, Ellis utiliza un marco más medido y cinematográfico. Se toma su tiempo. Y espera.

Y después, están las hormigas gigantes.

O el cohete, el pozo de fantasmas, el dibujo de hielo en la hierba de un parque. Su sentido del ritmo y el espacio es épico sin más. A su lado se encuentra el extraordinario John Cassaday, capaz de ser detallista en extremo pero sin dar nunca más información de la que precisa cada momento. Cassaday es la pareja perfecta para la visión de Ellis. Queda claro que este último quiere que las imágenes narren su historia (otro arte casi perdido en los cómics), y el dibujante nos recompensa con paisajes sobrecogedores que se alternan con momentos de humanidad tranquilos e irónicos. Nos mete en estancias alienígenas gigantes y allí nos encontramos. Nos ofrece primeros planos de una violencia extrema y allí nos encontramos. Nos cautiva. Y además, Jakita Wagner. Qué buena está.

Al margen de la belleza de Jakita, a quien pertenece esta serie en realidad es a Elijah Snow. En este segundo volumen es donde empiezan a encajar las piezas del rompecabezas y donde Elijah hace algo más que excavar. El todo comienza a tomar forma, y lo que habría resultado perfecto como una colección inconexa de relatos breves se desvela como una cosa mucho más compleja y gratificante. Snow es un gran personaje junto a quien recorrer este mundo. El “vejestorio siniestro”, como lo llama un espectador, es un hombre que ha hecho muy poco, ha visto demasiado y, al final, se ha hartado. Es un gruñón terminal, cosa que admiro en un héroe.

Así pues, ve con él. Viaja por segunda vez a ese tapiz combado que han tejido Ellis y Cassaday. A ver si no te obsesiona un poquito. Ha empezado el juego. Que lo disfrutes.

JOSS WHEDON 1/1/01
Joss Whedon es el aclamado creador de Buffy Cazavampiros y el director del film Los Vengadores.

Artículo originalmente publicado como epílogo de Planetary núm. 2.