Eccediciones
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Magos del cómic

En los tebeos hay personajes relacionados con magia de cualquier índole, pero la inspiración de Moloch, como la de los Minutemen y su entorno, son los arquetipos de la Edad de Oro (al margen de que el relato termine haciendo añicos dichos arquetipos). Se trata de un mago profesional, un artista del escenario, que pese a su marginación social y sus instintos malignos, obtiene la simpatía del lector por ese carácter de perdedor nato que le impulsa a seguir adelante pase lo que pase. Lejos de los actuales maestros de la magia del Nuevo Universo DC, presentes en la Liga de la Justicia Oscura, Moloch era un tipo de aspecto más que insólito dispuesto a ganarse la vida con la prestidigitación y el engaño. El personaje no habría desentonado en La parada de los monstruos de Tod Browning, esa película de 1932 protagonizada por fenómenos de feria como los que él mismo frecuentó en su niñez.

La inspiración más obvia de Moloch podría ser Mandrake, el mago creado por Lee Falk en 1934 que aparecía con frac y elegante sombrero de copa en las tiras de prensa. Igual que Phantom, otro héroe de Falk, “el fantasma que camina”, que legaba su identidad a sus descendientes... y que comparte nombre con el perro de Hollis Mason, quien dejará su título de Búho Nocturno al joven Dan Dreiberg. ¿Es casualidad u otro juego de espejos como los que se multiplican tanto en el original de Moore y Gibbons como en estas precuelas? Hermanado con Mandrake y asimismo con Moloch estaría el Dr. Occult, un investigador con ropa de civil y aspecto sobrio creado por Jerry Siegel y Joe Shuster en el núm. 6 de New Fun Comics (octubre de 1935), antes de que ambos presentaran a Superman. Y sería en ese núm. 1 de Action Comics –con el debut del Hombre de Acero, en 1938– donde se estrenaría Giovanni Zatara, mago similar creado por Fred Guardineer que conjuraba ya “hechizos inversos” y que sería padre de la inolvidable Zatanna (muy posterior, de 1964).

Obviamente, con el tiempo, los magos del cómic se volverían cada vez más complejos y diferenciados: de trasuntos de figuras del vodevil pasarían a ser hechiceros consumados con su peculiar magia por bandera, como el Dr. Destino (cuya primera encarnación data de 1940, relacionada con el Antiguo Egipto), el Fantasma Errante (de 1952 y con una enigmática aura que vuelve a menudo difícil considerarle como tal), Mordru (archienemigo de Destino y Señor del Caos, de 1964), Jason Blood (álter ego de Demon creado por Jack Kirby en los años setenta y vinculado con Merlín) y un larguísimo etcétera. Tal vez el personaje reciente más representativo de esta estirpe sea John Constantine, creado por el mismo Alan Moore y Stephen Bissette en la década de los ochenta, que además de tener su propia adaptación cinematográfica, padeció cáncer “gracias” a Garth Ennis y Will Simpson en la historia que la inspiró. El paralelismo con Moloch resulta tan llamativo que cierra el círculo y, como un truco de magia, une a dos personajes que quizá parezcan extremos opuestos sin serlo.

Felip Tobar

Previa (portada y cinco páginas interiores) de Antes de Watchmen: Moloch núm. 2.