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Los enemigos mortales de Batman (I)

 Para celebrar la salida del tomo Batman: El Caballero Oscuro - Enemigos mortales, nada mejor que refrescar la memoria y hacer un repaso de los enemigos más letales y potentes a los que se ha tenido que enfrentar el Hombre Murciélago a lo largo de su carrera.
Os dejamos con la primera parte de este impresonante listado de villanos.

EL JOKER
El Joker fue uno de los primeros enemigos “pintorescos” del Caballero Oscuro, y su existencia se remonta al mítico Batman núm. 1 (1940). Para entonces, el protagonista ya se había enfrentado con, por ejemplo, el Monje en Detective Comics, y la idea del adversario disfrazado gustaba al editor Jack Schiff. Había llegado el momento de ampliar la galería de villanos con aquel Príncipe Payaso del Crimen sobre cuya génesis no parece haber demasiado consenso. Por una parte, Bob Kane afirmaba haberse inspirado en el aspecto que lucía el actor Conrad Veidt en la película El hombre que ríe (Paul Leni, 1928). Por otra, Jerry Robinson decía que la inspiración había venido de la carta homónima de la baraja francesa.

Sea como fuere, el Joker demostró tener tanto potencial que, aunque su muerte estaba prevista para aquel mismo cuaderno, las altas esferas de la primigenia DC Entertainment decidieron mantenerlo con vida para que volviera una y otra vez. Sus planes, más suaves o más crueles según los requisitos de cada época, se convirtieron en un elemento imprescindible de la mitología de Batman, que se ha enfrentado con él en un sinfín de ocasiones. Y algunas de ellas son memorables, como aquella escrita por Steve Englehart y dibujada por Marshall Rogers (1977) en que envenenaba todos los peces de la costa de Gotham City con su veneno de la risa para pedir derechos de autor.

No obstante, a pesar de haber hecho acto de presencia hace más de siete décadas, de su origen y su verdadera identidad poco se sabe con certeza a pesar de ciertos intentos loables como el realizado por Alan Moore en La broma asesina (1988), que retomó historias anteriores para narrar que se trataba de un pobre diablo que, escondido tras una capucha roja, cayó a un tanque de residuos químicos que alteró para siempre tanto su aspecto como su psique. Aquella historia, además, incluía una de las peores fechorías del villano: dejar parapléjica a Barbara Gordon, más conocida como Batgirl. Y no tardaría en asesinar a Jason Todd, el segundo Robin.
Aquellas dos fechorías lo convirtieron más que nunca en objeto de la ira del Caballero Oscuro, que se debate desde entonces entre matarlo o respetar su máxima de no asesinar a sus enemigos a pesar de los pesares, tal como se vio en, por ejemplo, la saga Silencio de Jeph Loeb y Jim Lee (2002). Es por esto por lo que el Joker suele terminar tan pancho en su celda del Hospital Psiquiátrico de Arkham, que es precisamente donde nos recibe al principio de este volumen.

EL PINGÜINO
Es todo un caballero o, por lo menos, él considera que lo es. Ataviado con su habitual esmoquin y armado con su paraguas multiusos, el Pingüino debutó en Detective Comics núm. 58 (1941), un cómic realizado por Bill Finger y Bob Kane, quien afirmó haberse inspirado en el aspecto de la mascota que en aquella época protagonizaba la publicidad de los cigarrillos Kool. Pero más allá de sus peculiaridades físicas, este villano es único en las calles de Gotham City por un motivo evidente. Tiene sus traumas infantiles y recurre a los robos temáticos para ambientar sus fechorías (como el robo del famoso pingüino malayo de Steve Englehart y Marshall Rogers), pero no nos engañemos: está cuerdo.

Oswald Cobblepot ya tenía un aspecto físico peculiar cuando era niño, y en la escuela se burlaban de él por su amor por los pájaros, por su obesidad, su nariz con forma de pico y otras deformidades que han ido variando con el paso del tiempo (como las manos en la inolvidable interpretación que hizo Danny DeVito en el filme Batman vuelve). En algunos orígenes, había nacido en el seno de una familia rica que lo había repudiado, lo cual justificaba su amor por el dinero. Sin embargo, la versión más romántica es aquella en que se decía que su madre le obligaba a llevar paraguas a todas horas debido a una neumonía que había sufrido tras exponerse a una lluvia torrencial.

No deja de ser curioso que muchos lectores lo consideren uno de los mejores enemigos de Batman y que otros opinen que es de los peores o, por lo menos, de los más cutres. Pero lo cierto es que el carisma y la importancia de Cobblepot depende de los autores que lo desarrollen, como suele ocurrir con personajes de tan larga trayectoria. Por ejemplo, después de Crisis en Tierras Infinitas, desapareció del mapa hasta que Alan Grant lo convirtió a finales de los años ochenta en toda una amenaza que se intensificaría con el paso de los años. Hoy en día, la peligrosidad del Pingüino radica en el hecho de ser prácticamente inmune. Aunque no ha renunciado a sus actividades ilegales, las disimula como el respetable propietario de un prestigioso local, el Club Iceberg, desde el cual dirige, o por lo menos lo intenta, los bajos fondos de Gotham City. Pero a pesar de todo, el amigo Oswald sigue siendo aquel niño que era objeto de mofa, y se siente tan solo que no es de extrañar que pase por situaciones como la que plantean Jason Aaron y Jason Pearson en este volumen. Porque por mucho dinero y mucha influencia que tenga, aún no ha encontrado a su verdadero amor.

HIEDRA VENENOSA
A la enemiga más exótica de Batman y Robin la crearon Robert Kanigher y Sheldon Moldoff en Batman núm. 181 (1966) a partir de diversas fuentes. Entre ellas, se encontraba la modelo Bettie Page, una de las modelos más populares de Estados Unidos durante los años cincuenta. Pero parte de su trasfondo se inspiró en el relato La hija de Rapaccini, de Nathaniel Hawthorne, que hablaba de una científica que trabajaba aislada del mundo exterior en un vivero repleto de plantas venenosas. Al principio, Hiedra Venenosa no fue excesivamente popular y, de hecho, fue de las pocas adversarias del Caballero Oscuro que no apareció en la famosa adaptación televisiva de la época.

Lo anterior empezó a cambiar gracias al célebre guionista Neil Gaiman, que revisó su origen en 1988 e incluso le dio un nuevo nombre, el de Pamela Lillian Isley (hasta entonces, su identidad secreta era la de Lillian Rose). Era una joven estudiante de Botánica cuyo profesor, Jason Woodrue, alias el Hombre Florónico, le inyectó todo tipo de toxinas para hacer un experimento que salió mal y que, de hecho, la volvió loca y estuvo a punto de poner fin a su vida. El profesor terminó abandonándola en un hospital, donde pasó una larga temporada. Una vez recuperada, adoptó la pintoresca identidad de Hiedra Venenosa con un claro objetivo: amasar el dinero suficiente para comprar algún lugar donde pudiera estar tranquila y sola con sus amadas plantas.

Lo cierto es que una de las principales peculiaridades de Isley es ser de las pocas malhechoras de Gotham City que cuenta con poderes sobrehumanos que han ido variando con el tiempo hasta que ha demostrado tener un control absoluto de la vegetación que rivaliza incluso con el de su antiguo mentor. Además, a Hiedra Venenosa no se la podría considerar malvada del todo; más bien, es una ecoterrorista que comete actos tan discutibles como los que vemos en este volumen para evitar que el ser humano destruya la Tierra por culpa de su desmedida ambición.

No deja de resultar curioso que, aunque ella prefiera la compañía de “sus niñas”, trabaje habitualmente con otras malhechoras locales. Es amiga (a veces, a su pesar) de Harley Quinn desde hace tiempo, y ambas han compartido aventuras tanto en la serie regular de esta como en la más reciente Musas de Gotham, donde contaban con la sufrida compañía de Catwoman. Actualmente, Hiedra forma parte de Aves de Presa, un grupo especializado en espionaje dirigido por Canario Negro que opera en el contexto del Nuevo Universo DC.

EL ESPANTAPÁJAROS
Es uno de los enemigos más terroríficos de Batman tanto por su aspecto como por ese gas que utiliza para despertar las fobias ajenas. A pesar de lo anterior, la andadura editorial del Espantapájaros empezó siendo bastante dubitativa, ya que no parecía despertar el interés de los lectores ni de los autores. Debutó en World’s Finest Comics núm. 3 (1941) de la mano de Bill Finger y Bob Kane, que lo presentaron como un profesor de Psicología que probó su gas en un paciente, lo cual propició que lo despidieran y que se cabreara con sus antiguos jefes. Solo hizo dos apariciones en más de dos décadas, pero a finales de los años sesenta se convirtió en un enemigo recurrente que nos ha dejado historias tan memorables como Los seis días del Espantapájaros (1981), de Gerry Conway y Don Newton, o Miedo a la venta (1987), de Mike W. Barr y Alan Davis.

El origen de Jonathan Crane, el otro yo de este villano, ha pasado por diversas revisiones posteriores que han añadido profundidad a su pasado, como en Batman Annual núm. 19 (1995), escrito por Doug Moench y dibujado por Bret Blevins. Gracias a esas modificaciones, ahora sabemos que creció asustado de los murciélagos y que siempre ha estado obsesionado con el miedo y la venganza porque sus compañeros de estudios se burlaban de su aspecto enclenque y su parecido con Ichabod Crane, el personaje de Sleepy Hollow. La primera vez que se disfrazó de espantapájaros fue durante un baile del instituto, al más puro estilo Carrie. Más adelante, se dedicó a la psiquiatría y trabajó tanto en el Hospital Psiquiátrico de Arkham como en la Universidad de Gotham, de donde lo despidieron por herir accidentalmente a un alumno. Fue entonces cuando emprendió su carrera delictiva con el objetivo inicial de vengarse de sus antiguos jefes.

Aparte de los autores anteriormente citados, son muchos los que han abordado la locura de Jonathan Crane a lo largo de las últimas décadas. Pero no cabe duda de que, entre quienes mejor lo han entendido, se encuentran Jeph Loeb y Tim Sale. En las diversas historias que ambos han realizado juntos con Batman y compañía como protagonistas (todas ellas recopiladas ahora por ECC Ediciones en un lujoso cofre), siempre lo han mostrado más aterrador que nunca y, por qué no decirlo, más demencial de lo habitual con esa obsesión suya con las rimas infantiles. En el volumen que hoy nos ocupa, lo vemos protagonizando una especie de drama adolescente que, estando él implicado, no puede salir demasiado bien.

DOS CARAS
Decía Bob Kane que su inspiración a la hora de crear a Dos Caras (mérito que compartió con Bill Finger) fue El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson y, más concretamente, su adaptación cinematográfica El hombre y el monstruo (Rouben Mamoulian, 1931). Lo cierto es que no le falta parecido con el personaje literario, ya que es un hombre con, literalmente, dos caras. Una es buena y la otra, mala, y por lo general suele decidir cuál de ellas predomina lanzando al aire una moneda de la que, en muchas ocasiones, depende la vida de la víctima de turno. Pero Dos Caras no siempre había sido así. Antes, era Harvey Kent (posteriormente Dent), el fiscal del distrito de Gotham City, que se volvió loco cuando un mafioso llamado Sal Maroni lo desfiguró en el transcurso de un juicio.

Tras su primera aparición en Detective Comics núm. 66 (1942), este villano no se prodigó demasiado, cosa que podría deberse a ese aspecto perturbador que no resultaba especialmente apto para los lectores más jóvenes. De hecho, sus apariciones fueron tan escasas que ni siquiera tuvo versión televisiva en la popular serie de los años sesenta aunque, eso sí, el tiempo le haya hecho justicia y haya tenido gran peso en la adaptación cinematográfica más valorada de las aventuras de Batman, El Caballero Oscuro.

Tras Batman: Año uno (1987), donde Frank Miller y David Mazzucchelli lo convirtieron en uno de los primeros aliados del héroe en su lucha contra el crimen, llegó el momento de dar un trasfondo aún más dramático a Dent. Los encargados fueron Andrew Helfer y Chris Sprouse en Batman Annual núm. 14 (1990), donde revelaron que lo había criado un padre alcohólico y maltratador y que, además, sufría desde pequeño un trastorno bipolar que justificaba sus fechorías más allá del trauma de la desfiguración. Pero serían Jeph Loeb y Tim Sale quienes mejor definirían el pasado de Harvey Dent durante los meses anteriores a su transformación en Dos Caras. Concretamente, lo hicieron en El largo Halloween (1996), donde el trío formado por Harvey, James Gordon y Batman debía detener a Festivo, un villano que actuaba solo en las fechas más señaladas del calendario estadounidense.

Una vez convertido en Dos Caras, Dent ha tenido épocas de lucidez (con o sin cirugía estética de por medio) en que ha vuelto a ser un valioso aliado para Batman y familia, como durante el “año perdido” que el Dúo Dinámico pasó fuera de Gotham City. Sin embargo, es un enemigo tan interesante que los diversos autores siempre terminan haciéndole volver a las andadas para disfrute de todos nosotros.