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Las mejores del mundo

Durante 45 años, DC Comics publicó una cabecera titulada World’s Finest, cuyo enfoque hizo las delicias de sus lectores; y es que, a lo largo de 323 números, sirvió como punto de encuentro para los dos personajes más populares del noveno arte: Batman y Superman, que con carácter más o menos excepcional, unían sus fuerzas para derrotar al enemigo de turno. Con el paso del tiempo, el punto de partida se flexibilizó, dando pie a la aparición de otros miembros del panteón de superhéroes de la editorial como Aquaman, Flash o Green Lantern, entre muchos otros. Y aunque la serie se canceló en 1986, lo cierto es que el concepto caló lo suficientemente hondo como para que de forma periódica se homenajee la tradición de los team-ups a través de diferentes series limitadas, especiales o series regulares. Como la recientemente publicada Las mejores del mundo, que tiene como protagonistas a unas versiones alternativas de Robin y Supergirl... ¿o de Cazadora y Power Girl? (podéis averiguar la respuesta a esta pregunta en la estupenda colección guionizada por Paul Levitz).

Conscientes de su importancia en el legado del Universo DC, J.H. Williams III y W. Haden Blackman homenajean explícitamente la mítica World’s Finest a través de un arco argumental homónimo que bien podría considerarse como el más ambicioso hasta la fecha. Una historia llamada a atar cabos sueltos y plantear nuevas e interesantes líneas argumentales relacionadas con la faceta civil y justiciera de Kate Kane. Para ello, el equipo creativo no dudó en recabar la ayuda de un personaje idóneo para afrontar las implicaciones mitológicas de la trama: la mismísima Diana de Themyscira, que actualmente está viviendo una segunda juventud en la cabecera Wonder Woman, de la mano de Brian Azzarello y Cliff Chiang. Todo un desafío, hacerse cargo de la amazona, que el propio Williams valoró en los siguientes términos: “Resulta realmente emocionante poder tomar las riendas del personaje de forma temporal, pero también es una experiencia intimidatoria, ya que se trata de la heroína de cómic más icónica de todos los tiempos”. Una heroína clásica y tremendamente popular, aliada con quien mejor representa la modernización del canon superheroico, carismática demostración de que todavía es posible dar una sorprendente vuelta de tuerca al género desde el respeto al pasado, pero con la vista puesta en el futuro.

Al igual que en el caso del Hombre de Acero y el Caballero Oscuro, el hecho de que Batwoman y Wonder Woman compartan plano pone de relieve sus evidentes diferencias... pero también los puntos en común de quienes ostentan una heroicidad innata. En ese sentido, Williams y Blackman centraron sus esfuerzos en mostrar la pureza, la luminosidad y el carácter abierto e intrépido de Diana, que contrastan con la oscuridad y el punto taciturno –ocasionalmente introvertido– que muestra una Kate obligada por las circunstancias a afrontar una serie de amenazas de una proporción a la que no está acostumbrada. Según el guionista y dibujante, esta asociación “evidencia los aspectos complementarios de ambos personajes, ofreciendo como resultado la convincente unión de dos mujeres icónicas que proporciona equilibrio al modo en que el lector puede percibirlas”.

Para plasmar sobre el papel semejantes matices, el historietista natural de Roswell (Nuevo México) decidió retomar lápiz y pincel, tras un descanso de seis números durante los cuales cedió el testigo a Amy Reeder, Trevor McCarthy y Pere Pérez. Dando continuidad a la regla autoimpuesta de no estancarse en la utilización de determinadas fórmulas, decidió –en connivencia con Blackman– recurrir a una escala mucho más amplia, adaptándose a los requerimientos épicos y dramáticos de un arco argumental planteado como “la culminación de la historia iniciada en el primer número de la serie”, en clara alusión al caso de los niños raptados en el barrio hispano de Gotham y, por supuesto, al inevitable enfrentamiento contra Medusa. Gráfica y narrativamente también hay novedades: por una parte, el virtuoso dibujante altera el trazo en función de si el protagonismo de una secuencia recae en Batwoman o en Wonder Woman –alimentando el contraste comentado con anterioridad–, para firmar algunas de sus mejores planchas cuando ambas interactúan más directamente. Y desde un punto de vista narrativo, los autores optaron por rescatar un recurso en desuso como el de los bocadillos de pensamiento, para ofrecer a los lectores la posibilidad de “meterse en las cabezas de ambos personajes”. Lo que en definitiva busca este equipo creativo es acercarse a cada nueva historia desde un nuevo género, de modo que si en Hidrología el tono era reminiscente del terror sobrenatural, en Un mundo anegado se decantaron por homenajear los thrillers de espías. Mareas de sangre opta, en cambio, por “establecer un puente entre el género superheroico y las novelas de fantasía”, sin perder de vista el toque sobrenatural tan característico de la colección.

En este volumen, sin embargo, no todo es épica a gran escala: hay tiempo y espacio para retomar las preocupaciones recurrentes de nuestra protagonista, para continuar dando forma a su poliédrica personalidad y para profundizar en el complejo funcionamiento del mecanismo emocional que tiene por piezas de su engranaje un corazón y una cabeza que no siempre giran en la misma dirección. Es esta vertiente argumental la que centra algunos de los pasajes más emotivos del presente volumen, que a buen seguro se desarrollarán en el futuro. Una página para el recuerdo que, puesta en relación con el tan esperado –pero no por ello menos emocionante– cliffhanger que precede a estas líneas, hace que las declaraciones de J.H. Williams III adquieran un significado más nítido: “Podríamos decir que el próximo arco argumental será un drama familiar: tomaremos una dirección realmente interesante, que sorprenderá a nuestros lectores...”.

David Fernández