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Juntos de nuevo, por primera vez

 Durante su ambiciosa etapa al frente de Batman, Grant Morrison ha explotado las peculiaridades de un personaje que ...
Durante su ambiciosa etapa al frente de Batman, Grant Morrison ha explotado las peculiaridades de un personaje que admite una enriquecedora pluralidad de enfoques, abrazando aquellos elementos que autores y lectores señalan como ligados a la esencia del mito; pero sin dejar de reivindicar interpretaciones denostadas o sumidas en el olvido, hasta el punto de reconocer cada número, cada etapa y cada aparición como parte del canon y la continuidad del Cruzado de la Capa.

Uno de los elementos siempre controvertidos ha sido la figura del sidekick, que no todos los lectores de Batman ven con buenos ojos, por considerar que el carácter trágico, oscuro y solitario del personaje se diluye cuando está acompañado de su pupilo. Dejando a un lado consideraciones subjetivas, lo cierto es que desde su primera aparición en 1940 (Detective Comics núm. 38), el Chico Maravilla ha adquirido un rol determinante en la mitología del Hombre Murciélago: sea Dick Grayson, Jason Todd, Tim Drake, Stephanie Brown o Carrie Kelly quien luzca el antifaz y la “R” sobre su uniforme, su presencia ha calado hondo en la cultura popular, gracias a una tradición alimentada no solo por historietas, sino también por diferentes adaptaciones radiofónicas, televisivas y cinematográficas de sus aventuras en común. Pero no es menos cierto que la juventud inherente al arquetipo de Robin propicia la necesidad de narrar un proceso de evolución, aprendizaje y progresiva emancipación; circunstancia que, puesta en relación con la proliferación de colecciones vinculadas al personaje –Nuevos Titantes, Nightwing o Robin– y sumada a la creación de nuevos aliados de Batman, ha derivado en que la interacción del Dúo Dinámico no resulte tan significativa como antaño.

En este sentido, los sucesos narrados en Batman R.I.P. y Crisis Final proporcionaron a Grant Morrison la coartada perfecta para revertir dicha tendencia: con Bruce Wayne desaparecido –supuestamente fallecido, aunque en realidad perdido en la corriente temporal– y con Tim Drake convertido en Red Robin, Gotham City requería la presencia de unos nuevos Batman y Robin. Morrison comenzó a trazar su plan en Batman e Hijo, arco argumental en el que presentó a Damian como fruto del fugaz matrimonio entre Bruce Wayne y Talia Head. Así que, llegado el momento de encontrar al siguiente portador del manto de Robin, la elección parecía evidente: este preadolescente altivo y arrogante, tan desobediente como ansioso por honrar el legado de su padre, se convirtió en el contrapunto perfecto al carácter abierto y la espontaneidad de Dick Grayson, quien asumió con cierta reticencia la tarea de suceder a su maestro y mentor.

Encontrados los sustitutos idóneos, el guionista escocés creó una nueva serie regular que, titulada Batman y Robin, recuperaba “ese sentimiento extraño y psicodélico” tan característico del show televisivo protagonizado por Adam West y Burt Ward durante los años 60. Así, el homenaje se materializó en una sucesión de historias coloridas, trepidantes y de regusto camp, que en su catálogo de estrambóticas referencias incluye nombres tan variados como los de Lewis Carroll, David Lynch o Chris Cunningham.

Con la ayuda a los lápices del siempre inspirado Frank Quitely y de Philip Tan, Morrison aprovecha estos seis primeros números de la colección para mostrar cómo encaja la renovada versión del Dúo Dinámico en la Gotham City del siglo XXI. Todo ello con un pie puesto en el pasado, pero sin dejar de mirar al futuro, propiciando una sensación de familiaridad y sorpresa que se resume en la declaración de intenciones enunciada por Dick Grayson: “Es la hora. Batman y Robin. Juntos de nuevo, por primera vez”.


David Fernández
Artículo incluido en el volumen Batman y Robin núm. 1