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Jason Todd. Bajo la capucha

De entre todos los personajes que integran el plantel de héroes y villanos del Universo DC, parece evidente que Jason Todd presenta una de las biografías más atribuladas, tanto en su vertiente ficcional como en lo que se refiere a su creación, desaparición y posterior regreso. Siempre oscilando entre ambos lados de la frontera que separa el bien del mal –cargado de buenas intenciones, que pierden todo su valor en cuanto lleva al extremo la filosofía de “el fin justifica los medios”–, ha logrado consolidarse como uno de los secundarios por excelencia de Gotham City, gracias al buen hacer y al empeño mostrado por determinados guionistas conscientes de su potencial. Un potencial que reside en su trágica historia, convertida en ejemplo paradigmático de cómo la cruzada contra el crimen del Hombre Murciélago se puede cobrar daños colaterales imponderables, y en el indeleble recordatorio del mayor fracaso de Bruce Wayne, torturado ante la perversión de sus ideales –retorcidos y tergiversados hasta hacerlos irreconocibles– como consecuencia de un error de juicio que le acompañará durante el resto de sus días.

Pero lo cierto es que a finales de 1982 nada hacía presagiar los oscuros senderos por los que discurriría la existencia de Jason Todd. Por aquel entonces, en las oficinas de DC Comics decidieron recuperar la figura del ayudante como contrapunto a la oscuridad y adultez de Batman, perdida la referencia de un Dick Grayson cada vez más ausente debido al éxito cosechado por los Nuevos Titanes de Marv Wolfman y George Pérez y a un proceso de “emancipación” que más tarde cristalizaría en la adopción de la identidad de Nightwing. Así pues, Gerry Conway y Don Newton aprovecharon las páginas de Batman núm. 357 para presentar en sociedad a un Jason Todd que no tardaría en convertirse en el segundo portador del uniforme de Robin (Batman núm. 366, diciembre de 1983). Pero esta era una versión del personaje que poco o nada tenía que ver con la que más adelante generaría debates encendidos entre los fans; y es que en lugar de plantear una caracterización genuinamente nueva para el remozado Chico Maravilla, Conway se decanto por definir una personalidad y un trasfondo biográfico casi clónicos de los que atesoraba Dick Grayson: enérgico y entusiasta, hijo de acróbatas circenses y huérfano desde el momento en que Killer Croc aprovechó la estancia del Circo Sloan en Gotham City para asesinar a sus padres. Evidentemente, el joven terminó llamando la atención de Batman, y se convirtió en su fiel escudero tras teñir de negro su cabello pelirrojo, único rasgo anecdóticamente diferenciador respecto a su predecesor. La verdadera revolución llegaría tras la tábula rasa operada sobre el Universo DC a raíz de Crisis en Tierras Infinitas, serie limitada de 12 entregas que, firmada por el tándem Wolfman y Pérez, pretendía establecer orden y concierto en una enmarañada continuidad. Fue en la serie regular Batman, en manos de Max Allan Collins y Chris Warner, donde se reformuló el origen ideado para un Jason Todd que, esta vez sí, gozaba de una voz propia y diferenciada. En su nueva versión, Todd irrumpió como un joven huérfano y delincuente al ue Batman descubrió intentando robar las ruedas del batmóvil durante su tradicional visita al Callejón del Crimen de Gotham. Tras un intento fallido de alojarlo en una institución para jóvenes problemáticos, Bruce Wayne terminó responsabilizándose de él, e incluso llegó a confiarle su identidad secreta y a ofrecerle el puesto de Robin. Pero pronto afloraron los rasgos más conflictivos de su personalidad: rebelde, violento, iracundo e indisciplinado, Todd no solo suscitó las dudas y la preocupación del Mejor Detective del Mundo, sino también el rechazo de unos lectores desconcertados por su carácter. Una situación insostenible que los responsables de la editorial solucionaron de un modo sin precedentes en el mundo del cómic: durante el transcurso de la saga de título premonitorio Una muerte en la familia (Batman: Coleccionable semanal núms. 5 y 6), Jim Starlin y Jim Aparo aprovecharon la odisea afrontada por el personaje –en busca de su auténtica madre, aparentemente viva– para propiciar un violento enfrentamiento con el Joker, y dejaron su desenlace en manos de los lectores, que a través de unas líneas telefónicas habilitadas a tal efecto, podían decantarse por la supervivencia o el fallecimiento del más indómito aliado del Hombre Murciélago. Finalmente se impuso la opción más dramática, de forma que la ya mítica saga afrontó su recta final con la impactante imagen de Batman sosteniendo el cuerpo inerte de Robin marcada a fuego en las retinas de los lectores... y bajo la capucha del murciélago, un Bruce Wayne abrumado por la culpa.

No se volvió a saber del personaje hasta que Jeph Loeb y Jim Lee lo incluyeron en la interminable lista de sospechosos, presuntos culpables de urdir el maquiavélico plan relatado en el superventas Batman: Silencio. Pero apenas se trataba de un indicio falso, un intento –un tanto tramposo– de despistar al lector en la casi imposible tarea de resolver semejante incógnita. Sin embargo, la ilusoria reaparición del personaje fue suficiente para inspirar al guionista Judd Winick: “Cuando tu e ocasión, quise retomar esa historia a la que di vueltas cuando en un primer momento sugirieron que Silencio era Jason Todd”. Y la ocasión a la que se refiere Winick llegó en forma de estancia como guionista regular de Batman, durante la cual orquestó el arco argumental Bajo la capucha (Batman vol. 1, núm. 10). Una historia en la que, aprovechando la coartada proporcionada por Crisis Infinita y jugando con determinados pasajes de Batman: Silencio, se narró la resurrección de Jason Todd, quien, bajo la identidad de Capucha Roja, clamaba venganza; tal vez porque, como apunta el guionista, “Jason está convencido de que si Dick Grayson hubiera sido la víctima, definitivamente Batman habría matado al Joker como venganza”.

Desde entonces, la presencia de Todd es recurrente en todos los eventos relacionados con el Universo DC en general y el Cruzado de la Capa en particular: así lo atestigua su presencia en la serie regular Nightwing, la saga Batman: Juegos de guerra y la colección Cuenta atrás a Crisis Final, o e rol que desempeñó a raíz de La batalla por la capucha (Batman vol. 2, núms. 31 y 32), donde se postuló como posible heredero del manto del murciélago tras la desaparición de Bruce Wayne en Crisis Final. Pero tampoco conviene olvidar la cuota de responsabilidad de Grant Morrison en la segunda juventud experimentada por el personaje; no en vano, su etapa al frente de Batman and Robin ha servido para presentar una nueva aproximación (Batman vol. 2, núms. 36 y 37), recuperando su cabello pelirrojo original y retratando un inquebrantable empeño en adaptar al nuevo siglo los ideales de su mentor. Un protagonismo que ha coincidido en el tiempo con el lanzamiento de Batman: Capucha Roja –largometraje de animación que adapta el arco argumental Bajo la capucha– y con la miniserie Red Hood: The Lost Days, que, guionizada por Judd Winick, permanece inédita en su edición española.

Es precisamente Winick quien ahora retoma al personaje en el punto en el que lo dejó Morrison: derrotado y encerrado tras los muros del Asilo kham. Y lo hace a través de The streets run red, saga de tres entregas que desde su primera portada –homenaje de Guillem March a la ideada por Frank Quitely para Batman and Robin núm. 1– recupera la versión más combativa de Jason Todd, obligado a formar parte de un equipo que no busca ni desea ninguna de las partes: “Robin le odia con toda su alma y a Dick tampoco le gusta Jason, pero tiene que centrarse de forma lógica en el trabajo, en sus objetivos y su misión. A nadie le hace gracia la situación, por eso ha sido tan divertido escribir este guión”, admite Winick. Una alianza improbable y una aventura trepidante cuyo incierto final conoceremos en la próxima entrega de esta colección.

David Fernández