Eccediciones
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El último amanecer

Allá por el mes de septiembre del año pasado iniciábamos nuestra edición de I, Vampire, una de las series más prometedoras del nUDC y su mastodóntico proyecto de renovación bautizado como The New 52. Esta colección, una de las sorpresas –por resucitar una serie corta dentro de la cabecera House of Mystery de principios de los años ochenta– de esas 52 series regulares, ha contado de principio a fin con dos autores de excepción: por un lado tenemos al guionista, Joshua Hale Fialkov, uno de los valores en alza en el mercado americano que ha labrado su camino desde las editoriales independientes hasta ver cómo se lo rifan las dos grandes. Su bibliografía es inversamente proporcional en términos de cantidad/calidad, y por fortuna hemos podido disfrutar en español de sus magníficas primeras obras, Tumor y Ecos, así como de Elk’s Run. Con Yo, vampiro quedaba por despejar la duda de si sabría desenvolverse en un mundo editorial infinitamente más complejo como es el de DC Comics... y así ha sido en términos artísticos. Por otro lado encontramos a Andrea Sorrentino, un sorprendente dibujante con un estilo cercano al de Jae Lee que sin embargo no carece del dinamismo necesario para narrar con brillantez grandes secuencias de acción.

Desde su inicio la serie se ha mostrado respetuosa con el antiguo serial de House of Mystery, conservando a grandes rasgos tanto a sus protagonistas como la trama principal, pero a su vez se ha llevado a cabo una actualización a todos los niveles. El propio Fialkov reconoce que el interés de DC por la serie era una consecuencia directa de la ya pasajera moda de los vampiros adolescentes y sus romances presentados en la saga Crepúsculo, pero Yo, vampiro es su exacto opuesto: nada de niños guaperas ni posturitas, en las viñetas que hemos leído la gente vive y muere de verdad, sin concesiones, y los vampiros son bestias salvajes, más cerca de un animal que del ser humano que fueron. Solo por el hecho de presentar una historia de corte realista y brutal, con protagonistas con auténtico carisma y personalidades marcadas a fuego, Fialkov ya merecía el respeto y la admiración de cualquier buen aficionado al cómic de terror. Y así fue, durante un tiempo.

Fialkov es un guionista profesional, de los que preparan con mucha antelación el trabajo que tienen por delante, siguiendo minuciosamente su plan y ejecutándolo con maestría. Es sin duda un método que ofrece grandes resultados a largo plazo cuando la suerte acompaña... y por desgracia este no es el caso. Fue durante el desarrollo del número 15 de la colección cuando le comunicaron a Fialkov que la serie iba a cerrar en el número 18 dado que no estaba vendiendo lo sufificiente, aunque posteriormente y por fortuna le concedieron un número más para concluir la historia de Andrew. El final de la serie no fue la única mala noticia: Andrea Sorrentino debía abandonarla para dibujar Green Arrow, y así el número 14 fue el último que contaría con sus lápices, aparte de cinco páginas del número final en el que descubrimos algo más del oscuro pasado de Andrew. En los cinco números siguientes, Fialkov contó con el talento de Dennis Calero (Cowboys & Aliens), el recientemente fallecido Scott Clark (Grifter, Batman Inc.) y el aragonés Fernando Blanco (El Fantasma Errante), excelentes dibujantes que acercaron su estilo al de Sorrentino para mantener cierta coherencia en lo visual.

En lo referido al guion, a pesar de la cancelación prematura, Fialkov se muestra satisfecho con su trabajo: “Este es básicamente el plan maestro que tenía para el cómic, aunque a un ritmo acelerado. Siempre me ha parecido divertido lo bien que ha respondido el público al ritmo rápido y a los súbitos giros en la trama, porque en realidad era una forma de tratar de mantener vivo el cómic en cuanto a ventas”. El secreto de Fialkov en este tercer y último tomo de Yo, vampiro es el hecho de haber renunciado a las historias de corte más intimista (recordad el número 4, incluido en nuestro primer volumen, en el que Andrew conocía a otro ser de su propia especie y se encontraba con John Constantine por el camino) y haber centrado la narración en el conflicto principal, que pensaba resolver en un hipotético tercer año de la serie. Así pues, aunque hemos perdido números que podrían haber sido brillantes, al menos tenemos una historia contada de principio a fin, a pesar de la cancelación de la serie. Es en este tercer tomo donde descubrimos el destino de los compañeros de Andrew, de la raza vampira, de la humanidad y del propio Andrew, cuyas capacidades siguen evolucionando, sin límite aparente, para adaptarse a los dramáticos acontecimientos que le rodean.

Atrás quedan estos 20 números –buscad el número 0 en nuestro tomo La Oscuridad: Año cero– de una serie notable por la que han pasado John Constantine, Batman, la Liga de la Justicia Oscura e incluso Stormwatch. Andrew ha salvado a la humanidad, y nosotros apartamos la mirada de su aterrador mundo, pero... ¿quién sabe? Tal vez volvamos a encontrarnos con él algún día.

David Chaiko


Artículo publicado originalmente como introducción de Yo, vampiro: Oleada de mutilación.