Eccediciones
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El temor a lo desconocido

Aunque a veces nos olvidemos, Superman es un extraterrestre. Sí, es exactamente igual (al menos en aspecto exterior) a los seres humanos, tanto que siempre ha podido vivir entre nosotros como uno más sin que nadie pudiera darse cuenta, a simple vista, de que no había nacido en este mundo. Pero así es. Superman nació como Kal-El en el planeta Krypton, hijo de Jor-El y Lara Lor-Van, quienes lo enviaron a nuestro planeta cuando el suyo estaba al borde de la destrucción. El sacrifificio de amor de sus padres biológicos permitió la supervivencia del pequeño Kal, quien tuvo la fortuna de ser encontrado en la Tierra por los mejores padres adoptivos que podrían haberle tocado. Gente noble del corazón de América, trabajadores de la tierra que le enseñaron al pequeño (al que llamaron Clark) a ser un hombre y le inculcaron los valores que después harían que decidiera convertirse en Superman.

Evidentemente, el destino de Kal-El y el de toda la humanidad hubiera podido ser muy distinto de no haber caído en Smallville y en los cariñosos brazos del matrimonio Kent. No hay duda de que el último hijo de Krypton tuvo suerte, pero no menos suerte tuvo la Tierra de que un ser con semejante potencial y poder no fuese encontrado por alguien con oscuras intenciones. Uno de los mejores ejemplos de esto es Superman: Hijo rojo, historia alternativa recientemente reeditada también por ECC Ediciones en la que Kal-El crecía bajo la tutela de Stalin en la vieja Unión Soviética, convirtiéndose en un líder mundial con puño de hierro y al servicio de los ideales comunistas.
Para los Kent, la llegada de aquel bebé de las estrellas supuso la respuesta a sus plegarias de tener un hijo y, al mismo tiempo, la respuesta a una pregunta que la humanidad se ha planteado durante años: ¿estamos solos en el universo? Kal-El era la prueba de que no era así. El vasto universo albergaba más formas de vida. Al menos, por supuesto, en la ficción de este universo.

Pero tradicionalmente, los alienígenas han sido objeto de temor por nuestra parte. La radio, la literatura, el cine o la televisión siempre han fomentado la idea de que algún día una civilización extraterrestre pudiera llegar a nuestro planeta con la intención de quedárselo por la fuerza, aniquilando o esclavizando a la raza humana gracias a su superior tecnología contra la que no tendríamos ninguna oportunidad. Se les ha representado como monstruos con tentáculos, criaturas enormes de aspecto grotesco, o pequeños hombrecillos verdes de grandes ojos y enorme cabeza que secuestran personas y las llevan a sus naves amparados en la oscuridad de la noche, practicándoles humillantes experimentos y pruebas. En pocas palabras: pensar en la posibilidad de la existencia de vida extraterrestre tiende a provocar miedo y desconfifianza. El miedo y la desconfifianza que genera lo desconocido.

No es de extrañar que, en un contexto realista, si la gente descubriera la existencia de alguien como Superman, la primera reacción sería la desconfifianza. Con esa imagen de los extraterrestres en el imaginario colectivo, ¿cómo fiarse de alguien venido de otro planeta y que, además, posee poderes como para ser un dios entre los hombres? Imaginemos la difificultad de los Kent, tratando de ocultar siempre el origen de su hijo para mantenerlo a salvo de aquellos que pudieran temerlo o, aún peor, querer diseccionarlo y meterlo bajo un microscopio.

Este aspecto fue explorado de forma muy convincente en la serie de televisión Smallville, sobre todo en las primeras temporadas. Por un lado, teníamos a los Kent tratando de que su hijo Clark no despuntara en ningún deporte en el instituto y que tratara de pasar desapercibido mientras que sus poderes no dejaban de desarrollarse y aumentar. Y por el otro, teníamos a su íntima amiga, Chloe Sullivan, obsesionada con investigar en La Antorcha (el periódico escolar, llamado igual que en el que escribían de jóvenes Jerry Siegel y Joe Shuster antes de crear a Superman) todos los fenómenos inexplicables que se producían por causa de la radiación del “meteorito”, nombre por el que se conocía en la serie a la kryptonita aún no bautizada como tal.

Esta historia que estáis a punto de leer trata precisamente sobre ese temor al lado alienígena de Superman. Imaginad que dos personas muy cercanas al círculo de la familia Kent comenzaran a hablar públicamente de sus desagradables experiencias con los seres de otro mundo. Y que un programa de televisión que tratara sobre fenómenos inexplicables comenzara a investigar también la llegada de un objeto volador no identifificado que cayó en Kansas hace 30 años. Si la investigación llegara a buen término, alguien podría llegar a exponer el gran secreto de los Kent, pero... ¿y si además el Hombre de Acero descubriera una posible –y aterradora– conexión entre las abducciones extraterrestres y el planeta Krypton?

Este es el punto de partida de Superman: El Hombre de Acero - Avistamiento en Kansas, una historia escrita por J.M. DeMatteis y dibujada por Jamie Tolagson que explora un poco más el temor a ese lado alienígena de quien, paradójicamente, puede que sea el héroe más humano de todos cuantos han existido.

Javier Olivares Tolosa

Previa (portada y cinco páginas interiores) de Superman: El Hombre de Acero - Avistamiento en Kansas.