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El regreso de Superman: Complejo de Lázaro

Si hubo un acontecimiento que definió el cami­no que seguirían los cómics de superhéroes a principios de los noventa, ese fue sin duda la muer­te de Superman. El deceso del kryptoniano (y las dramáticas consecuencias que lo rodearon) tuvo un impacto internacional que se dejó sentir en los telediarios y en las portadas de los principales pe­riódicos del mundo entero. Se trataba de un éxi­to editorial que, más allá de su obvia dimensión comercial, recogía en cierto modo el espíritu de su tiempo. Y es que los superhéroes vivían una época som­bría que había comenzado en los años ochenta.

Dentro del Universo DC, Flash y Supergirl (muer­tos en Crisis en Tierras Infinitas) fueron las primeras víctimas de este proceso de demolición de los héroes clásicos. En 1988, Robin fue asesi­nado por el Joker, demostrando que ni siquiera los adolescentes eran inmunes a la tragedia. La muer­te de Superman en 1992 supuso la constatación de esta tendencia. A continuación vino la derrota de Batman a manos de Bane (que culminó con la rotura de la columna vertebral del enmascarado y su posterior retiro como justiciero). Después llegó la locura y la muerte de Hal Jordan. Y Aquaman perdió una mano (que reemplazó por un arpón). En respuesta al ácido de la modernidad, los superhom­bres se volvieron decadentes, violentos y cínicos. Los mejores representantes de esta época sombría fueron las creaciones del sello Image, como Spawn, WildC.A.T.S. o Youngblood. Mientras, entre los hé­roes clásicos, se impuso la máxima de “renovarse o morir”. Superman no fue una excepción.

John Byrne modernizó al personaje a mediados de los ochenta (como bien saben los lectores de los 10 volúmenes de que consta la recopilación Grandes autores de Superman: John Byrne). Entre 1987 y 1990, este autor británico remodeló el origen, la biografía, el mundo y los poderes del kryptoniano. Cuando abandonó el universo del Hombre de Acero, dejó un hueco inmenso que el editor Mike Carlin se encargó de llenar con autores de la talla de Louise Simonson, Jon Bogdanove, Ro­ger Stern, Karl Kesel, Tom Grummett o Jerry Ordway. Juntos mantenían reuniones periódicas en las que discutían el futuro de Superman e idea­ban argumentos para los distintos títulos que con­formaban el universo del kryptoniano. Entre otras propuestas, se impuso la de matar al protagonista, mostrando a los lectores cómo sería un mundo sin Superman.

La muerte de Superman fue un arco argumental cuidadosamente planeado que causó una gran con­moción. Eran muchos los aficionados que aguar­daban con impaciencia la resurrección del Hombre de Acero. Pero Mike Carlin y los autores de las dis­tintas cabeceras relacionadas con Superman deci­dieron postergar el regreso del kryptoniano para avivar la curiosidad de los lectores. Esta dilación temporal —que comenzó en la saga Un mundo sin Superman— generó un suspense cada vez mayor a medida que se sucedían los meses y el protagonis­ta permanecía en su tumba. La incertidumbre llegó a su punto culminante durante el arco argumental de El reinado de los superhombres. Entonces aparecieron un puñado de reemplazos del Hombre de Acero, incluidos un cíborg, un clon adolescente y un hombre acorazado bajo una armadura que le confería grandes poderes. Pero el sus­pense no es un recurso que se pueda mantener indefinidamente porque ge­nera una tensión dramática que requiere un desenlace coherente. Si no, la obra corre el riesgo de defraudar las expectativas del público. En esta ocasión, sin embargo, la resolución estuvo a la altura del planteamiento, ya que los equipos creativos de las distintas cabeceras tuvieron la in­teligencia de crear un clima épico que anticipase, realzándolo, el regreso de Superman al mundo de los vivos.

La reaparición del Hombre del Mañana coincidió estratégicamente con el desencadenamiento de una amenaza apocalíptica. Evidentemente, era un trabajo para Superman. Pero también para las diversas encarnaciones del personaje que habían surgido durante su ausencia. El resultado fue una batalla de proporciones colosales cuyo aliento épi­co no defraudó a los aficionados y que se repartió entre las cabeceras Action Comics, Adventures of Superman y Superman: The Man of Steel. Como contrapunto a tanta destrucción, se inter­calaron un puñado de revelaciones que incluían, naturalmente, el destino del kryptoniano tras su combate con Juicio Final, y también la verdadera identidad de dos de sus reemplazos. Pero no todo fueron golpes o sorpresas. Para equilibrar el tono épico del relato, también se interpolaron pequeños fragmentos sentimentales (entre ellos, el esperado reencuentro del Hombre de Acero con Lois Lane).

Este volumen pone punto y final a una saga que hizo época y cuyas páginas fueron la constatación palpable de que los grandes héroes habían perdi­do sus prerrogativas en la lucha contra el tiempo. Sin embargo, El regreso de Superman también demostró que, en tanto que criaturas de papel, los superhéroes podían pactar con la muerte una milagrosa resurrección que, como a Lázaro, los devolviera frescos y renovados. Al menos, hasta el siguiente sacrificio.

Jorge García


Artículo publicado en las páginas de El regreso de Superman ¡Ya a la venta!

Previa de El regreso de Superman