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El mundo de Krypton

Ya hace varios meses que Scott Lobdell, actual guionista de Superman, juega con una especia de leyenda urbana que recorre Metropolis desde el ataque del Coleccionista de Mundos. Se trata de Los Veinte, de los que ya obtuvimos más información en el número anterior. La subtrama pasa a primer plano en este cuaderno con motivo de la inclusión de Superman Annual núm. 2, donde se atisban acontecimientos que nos tendrán más que entretenidos a lo largo de las próximas entregas. La historia principal, ilustrada por el infatigable Dan Jurgens, se completa con un nuevo capítulo de El Mundo de Krypton, serial que nos ha acompañado últimamente en estas páginas.

Aunque se trate de una historia de nueva factura, el título es todo un clásico de la mitología del Hombre de Acero. De hecho, World of Krypton fue no solo la primera serie limitada de Superman, sino también la primera de la historia. Y su publicación no fue nada sencilla. No en vano, pocos años antes, DC Comics había lanzado una extraña maniobra, la “Explosión DC”, que había aumentado hasta lo insostenible el número de colecciones mensuales con el objetivo de ganar ventaja a Marvel Comics. Semejante aluvión no cuajó en cuanto a ventas aunque creativamente diera origen a títulos muy dignos como la gran Warlord de Mike Grell o Hercules Unbound de José Luis García-López. El exceso de títulos se unió a graves problemas de distribución provocados por el mal tiempo en la Costa Este de Estados Unidos, con lo cual muchas de las series se cancelaron por falta de ventas poco después en la no tan promocionada “Implosión DC”. A medio plazo, el experimento resultó nocivo en todos los sentidos, y a las altas esferas de la casa se les quitaron las ganas de lanzar títulos cuya viabilidad comercial no estuviera probada de antemano.

No obstante, era previsible que el estreno de Superman: La película (Richard Donner, 1978) aumentara la demanda de cómics del personaje. Así pues, el editor E. Nelson Bridwell encargó al guionista Paul Kupperberg y el dibujante Howard Chaykin una historia de tres partes que, en principio, iba a ver la luz en la antología Showcase, una de las cabeceras legendarias de la editorial. No obstante, la cancelación de esta, precisamente debido a la Implosión DC, y el retraso del estreno del filme hicieron que el proyecto quedara en un cajón hasta 1979, cuando vio por fin la luz de una forma que, en aquellos momentos, se antojaba tan original como peculiar: una serie limitada de tres números. Así pues, en apenas un trimestre, los lectores podían tener un relato completo con principio, nudo y desenlace. Por su parte, la editorial no necesitaba planificar una colección regular a largo plazo. Todo el mundo salía ganando.

Hoy en día, ya sabemos que el formato cuajó de sobra y que no tardaron en proliferar “miniseries” como Untold Legend of the Batman o “maxiseries”, debido a su mayor extensión, como Camelot 3000. Pero logros editoriales aparte, El mundo de Krypton de Kupperberg y Chaykin tuvo un valor creativo incontestable. No en vano, representaba la primera historia larga protagonizada por Jor-El en lo que suponía un ejercicio de revisión y cohesión de la historia del planeta natal de Superman y su familia. Y todo empezaba cuando, refugiado en su Fortaleza de la Soledad, el héroe repasaba las cintas de su padre para saber cómo este conoció a su madre, cómo surgió su enemistad con Zod, en qué circunstancias encontró la Zona Fantasma... Dicho de otro modo, fue un ejemplo excelente de cómo profundizar en el extinto mundo mientras uno de los únicos supervivientes seguía viviendo sus aventuras habituales en Action Comics, Superman y World’s Finest Comics. Tan bien salió la cosa que incluso hubo un par de secuelas: Krypton Chronicles (1981), donde E. Nelson Bridwell tomó las riendas del guion con dibujo del mítico Curt Swan, y Phantom Zone (1982), realizada por Steve Gerber y Gene Colan.

Pero el Krypton que era canónico en aquellos momentos desapareció con Crisis en Tierras Infinitas y con la llegada de John Byrne, máximo responsable del personaje a partir de 1986. Una de las condiciones que puso el guionista y dibujante cuando abandonó Marvel para tomar las riendas del Hombre de Acero fue una libertad creativa total que pasaba por hacerlo menos poderoso y modificar considerablemente buena parte de su mitología. Esto incluía la caracterización clásica de Krypton, que dejó de ser un planeta plagado de milagros y de gente que vivía extraordinarias aventuras a ser un mundo totalmente aséptico donde las relaciones personales eran cosa del pasado y los niños nacían en una Cámara de Gestación solo cuando moría algún habitante del planeta. La historia de amor de Jor-El y Lara escrita por Kupperberg, más convencional y con boda incluida, quedó relegada al limbo de las continuidades anteriores. Para Byrne, los padres biológicos de Superman apenas habían aceptado un emparejamiento genético que ni siquiera había exigido que se tocaran para concebirlo.

Mientras definía el presente del personaje en las series Action Comics, Superman y, posteriormente, también Adventures of Superman, los lectores demandaban a Byrne saber más del “nuevo” Krypton, que había quedado en un discreto segundo plano a propósito. No en vano, la falta de vínculos con su planeta natal era la base de la “humanización” del Hombre de Acero que se había propuesto desarrollar el autor. La respuesta llegó en 1987 con una nueva miniserie llamada World of Krypton, escrita por el propio Byrne y dibujada por Mike Mignola, donde se nos contaba la vida de Van-L, un antepasado remoto de Kal-El que había participado en una terrible guerra que había desembocado en el mundo aséptico que se había podido ver en Man of Steel. Por supuesto, las últimas páginas de la trama estaban dedicadas a Jor-El, el único kryptoniano que no terminaba de aceptar aquel espacio vital, o soledad si así lo preferimos, que exigía su sociedad. El resultado fue una historia celebrada por críticos y lectores que se ha reeditado en numerosas ocasiones. La última ha sido en el sexto volumen de Grandes autores de Superman: John Byrne - Superman: El Hombre de Acero de ECC Ediciones.

Pero estas dos miniseries no son el único ejemplo de World of Krypton que encontramos en la historia editorial del Hombre de Acero. En Superman núm. 233 (1971), el mismo cuaderno donde empezó la etapa de Dennis O’Neil que hoy conocemos como Kryptonita nunca más, se inició un serial de complemento titulado The Fabulous World of Krypton que, básicamente, servía para profundizar en la vida de kryptonianos ilustres o para presentar a otros de forma retroactiva. Aunque las historias fueran intrínsecamente breves y, en ocasiones, pecaran de cierta inocencia, lo que no se puede negar es que contó con una pléyade de guionistas y dibujantes entre quienes se encontraban Murphy Anderson, Dick Giordano, Marv Wolfman, Dave Cockrum, Marshall Rogers o Gil Kane. Y, curiosidades de la vida, el primer encargo realizado por Paul Kupperberg para DC Comics fue un capítulo de aquel serial, que concluyó definitivamente en 1982.

El espíritu de aquellos complementos es precisamente lo que se ha intentado recuperar en parte a lo largo de las últimas entregas de Superman, donde hemos asistido a una historia complementaria que narra la vida de Jor-El y Lara en su planeta natal tanto antes como después de conocerse. Él es un científico obsesionado con su trabajo y con la exploración de su planeta, y ella una aguerrida soldado que asiste atónita a un golpe de estado que amenaza con cambiar para siempre Krypton tal como lo conocen. La historia está escrita por Frank Hannah, guionista y director de cine independiente que ha dado el salto al mundo del cómic recientemente, y cuenta con el dibujo de Philip Tan (Batman y Robin) y Tom Derenick (Injustice: Gods among us). A ellos les corresponde contarnos las vicisitudes que rodearon los últimos tiempos de Krypton adaptando la trágica historia al estilo y las necesidades del Nuevo Universo DC. Asistiremos a la conclusión en una próxima entrega de esta misma colección.

Fran San Rafael

Artículo originalmente publicado en las páginas de Superman núm. 22.