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El hijo del murciélago

Cuando en 2006 Grant Morrison (Glasgow, Escocia; 1960) comenzó a preparar su extensa y ambiciosa etapa como guionista regular de Batman, tuvo claro que, lejos de limitarse a explorar una interpretación concreta del personaje, sus objetivos pasaban por abrazar el mito en toda su riqueza y amplitud. De ahí que quisiera integrar dentro de un mismo canon el mayor número posible de historias protagonizadas por el Hombre Murciélago... como aquella escrita por Mike W. Barr y dibujada por Jerry Bingham que, titulada Batman: Hijo del demonio, finalizaba con la revelación de que Bruce Wayne y Talia al Ghul habían tenido un hijo, posteriormente dado en adopción sin que el padre tuviera conocimiento de su existencia. La historia completa se puede disfrutar en el recopilatorio Batman: El Caballero Oscuro - La leyenda de Ra ́s al Ghul, pero a efectos de comentar el presente tomo, basta apuntar que el guionista escocés era plenamente consciente de la controversia que en su día generó dicha historia: “Me encantaba, y pensé que retomándola lograría arquear las cejas de unos cuantos lectores. También me gustó Ibn Al Xu’ffasch, personaje de Kingdom Come que en realidad era ese bebé, ya adulto. Estaba convencido de que esa noción del mal hijo podría ocupar un lugar interesante en la mitología del personaje, y ser usada para crear nuevas historias”.

Así pues, su primer arco argumental al frente de la colección versó, en buena medida, sobre la irrupción de un talentoso e insoportable crío llamado Damian Wayne, poseedor de un potencial fuera de toda duda, pero incapaz de respetar la autoridad del Caballero Oscuro y la compañía de sus aliados más cercanos. “Obviamente, lo escribí para que no gustara a los lectores: es un mocoso caprichoso, problemático y con una actitud pésima. Pero la idea subyacente siempre fue convertirlo en el hijo de Batman”, dice Morrison. Como cabía esperar, las primeras reacciones de los lectores no fueron precisamente positivas, tal y como sucedió en su día con el indómito Jason Todd. Incluso Andy Kubert (EE.UU., 1962), responsable de su caracterización gráfica, no duda en admitir jocosamente que el pequeño recién llegado “era el típico niño que a la gente le encanta odiar. Si mis hijos trajeran un día a casa a un amigo como Damian, querría que se fuera de inmediato. Aunque probablemente él regresaría por la noche para prender fuego a la casa... conmigo dentro”.

Inicialmente, los planes de Morrison pasaban por terminar con la vida de este pequeño granuja tras los cuatro primeros números de su etapa, siendo poco más que un personaje episódico al que le confiaría una función dramática muy concreta. Pero no tardó en llegar a la conclusión de que dicha decisión carecía de sentido: por aquel entonces, los lectores odiaban a Damian, y apenas había comenzado a explorar las posibilidades argumentales implícitas en su mera presencia —“Era demasiado repelente y arrogante, su muerte no habría importado mucho”—. Así que prefirió optar por una solución menos radical, dedicando tiempo y espacio a relatar su proceso evolutivo y a mostrar de forma paulatina cierta voluntad de cambio.

Lo que en un primer momento parecían actitudes propias de un ego desmedido, resultaron ser, en realidad, mecanismos de defensa tras los cuales ocultar su inseguridad y deseo de agradar. Un anhelo no verbalizado de integrarse en una familia peculiar, pero más estructurada y cariñosa que la formada por su abuelo y su madre, criminales internacionales con aspiraciones de dominación global. Y aunque existían dudas más que razonables sobre los verdaderos motivos por los que Talia confió a Batman la custodia de su retoño, el Hombre Murciélago ejerció su patria potestad lo mejor que pudo, tratando de inculcar en su hijo los valores que la batfamilia defiende a ultranza, comenzando por el innegociable respeto a la vida humana.

El proceso no fue sencillo, pero poco a poco este rebelde sin causa logró ganarse el aprecio de sus compañeros y de los lectores, convirtiéndose, en palabras de su creador “en un personaje adorable”; y en pieza clave de la gran historia desarrollada durante más de seis años. Sin duda, uno de los momentos más recordados en la existencia de esta criatura de ficción fue su participación en un número muy especial de Batman: el 666. Titulado Batman en Belén e incluido en el recopilatorio Batman e hijo, dicho cómic trasladaba al lector a un futuro apocalíptico en el que, ya adulto y convertido en portador del manto del murciélago, Damian trataba de honrar el legado de su padre. El concepto resultaba realmente atractivo, y lo cierto es que Grant Morrison y Chris Burnham revisitaron ese futuro para explicar sus misteriosas connotaciones en las últimas entregas de Batman Inc.

Al igual que le sucedió al guionista —quien llego a afirmar que “aunque no nos parecemos en absoluto, puse mucho de mí mismo en él, volcando sentimientos sobre mi relación con mis padres”—, Kubert sintió una fuerte empatía por Damian, disfrutando enormemente mientras dibujaba cada página en la que aparecía. Pero puestos a destacar un punto álgido de su etapa en Batman, no duda en señalar el número 666: “Quizás por la violencia y el tono cartoon de los personajes a lo Dick Tracy que Grant introdujo a lo largo de todo el cómic. ¡Fue una pasada poder dibujarlo!”. Sin embargo, compromisos previos le obligaron a abandonar su puesto como dibujante regular de la colección: a saber, la impartición de clases y la gestión de la academia de historietistas The Kubert School, y su colaboración con Neil Gaiman en ¿Qué le sucedió al Cruzado Enmascarado?, historia del Hombre Murciélago incluida en el recopilatorio Neil Gaiman: Leyendas del Universo DC.

Pese a estar centrado en otros menesteres, el recuerdo de Batman en Belén seguía muy vivo en la mente de Kubert, hasta el punto de reconocer que “el personaje comenzó a crecer dentro de mi. Disfruté tanto dibujando ese número que quería volver a hacer algo relacionado con aquel Batman encarnado por Damian”. Así que, llegado el momento, comentó sus inquietudes con el editor Mike Marts, quien ante su entusiasmo le animó no solo a dibujar, sino también a escribir una historia protagonizada por Damian. Curiosamente, cuando por fin encontró tiempo para desarrollar tan ilusionante proyecto, el Nuevo Universo DC ya había revolucionado el mainstream americano haciendo una tábula rasa argumental en todas las colecciones de la editorial para así acercarse a una nueva generación de lectores. Pero esta atípica circunstancia no fue un obstáculo para el menor de los hermanos Kubert, quien, con la complicidad de DC Comics, dejó a un lado cualquier consideración relativa a la continuidad para centrarse en narrar la historia de cómo Damian llegó a convertirse en el Caballero Oscuro que vimos en Batman núm. 666, logrando que la trama ideada encajara de forma adecuada con el guion escrito en su momento por Morrison.

La tarea no era sencilla, ya que, acostumbrado a trabajar sobre guiones ajenos, Kubert se enfrentaba a su primera obra como autor completo. Pero logró encontrar la confianza necesaria para abordar el desafío en el respeto a las fases de un proceso creativo descrito del siguiente modo: “Redacté un guion completo donde descompuse cada página, numerando las viñetas, describiendo su contenido y escribiendo sus correspondientes diálogos. Lo abordé como haría con cualquier otro guion: cuando repaso las páginas, no me muestro intransigente. Si se me ocurre un modo diferente o más efectivo de narrar una secuencia, sigo ese camino”.

Más osado fue, por contra, el modo en que enfocó el apartado gráfico de esta obra; algo previsible, teniendo en cuenta que Kubert está acostumbrado a experimentar con diferentes técnicas orientadas a explorar nuevas posibilidades, como la aplicación directa de color digital sobre sus lápices en proyectos marvelitas como Lobezno: Origen o 1602. En este caso, señalaba como su principal objetivo “que no se aprecien costuras entre dibujo y color, que ambos apartados se fusionen en una única pieza final. Para ello, dejaré áreas de dibujo vacías, que en términos de texturas quedarán mejor si las completa el colorista. También añadiré texturas a partir de grises y acuarelas que creo que pueden funcionar muy bien. Además, estoy intentando conseguir un aspecto y una sensación que se aleje un poco de lo que suele ser habitual en los cómics”. Ambiciosos objetivos que requirieron una estrecha colaboración con el colorista Brad Anderson, de quien Kubert dice que se movió “como pez en al agua” en el manejo de las técnicas propuestas.

Definida la aproximación estilística, Kubert se entregó en cuerpo y alma al desarrollo de una serie limitada de cuatro entregas titulada Damian: Hijo de Batman. Y desde un primer momento, se encargó de subrayar que en esta interpretación libre el personaje es ligeramente mayor de lo que estamos acostumbrados. En parte, porque aunque a Kubert le encantaba discurrir la caracterización y el lenguaje corporal de un preadolescente, considera que “no es tan agradecido dibujar a un niño”; pero también porque el argumento que tenía en mente invitaba a reencontrarse con él en una etapa vital más avanzada. De ahí que nos topemos con una versión todavía joven, pero que ya se encamina hacia la veintena, haciendo más plausible que llegue a portar la capa de Batman —gabardina, en realidad—originalmente diseñada por Morrison. Porque en última instancia lo que busca esta serie limitada es relatar el desafío más importante al que jamás se ha enfrentado Damian: convertirse en el nuevo Hombre Murciélago, “haciendo sacrificios que no sabe si debe ni puede asumir”.

Las páginas precedentes determinan si personaje y autor triunfan o no en su empeño, pero cuando llega el momento de valorar la experiencia, Kubert lo tiene claro, definiendo este como uno de los trabajos más divertidos de su carrera y agradeciendo la ayuda prestada por Marts y por su sobrina Katie Kubert, editora adjunta de la serie limitada. Visto su nivel de satisfacción, y ante un final que dista de ser cerrado, no parece descabellada la posibilidad de que en un futuro cercano Damian Wayne vuelva a portar el uniforme de Batman. Porque tal y como afirma Kubert, dando voz a la opinión de numerosos lectores: “Es un personaje demasiado genial como para no querer preparar algo nuevo con él”.

David Fernández

Artículo publicado originalmente en las páginas de Damian: Hijo de Batman.