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Camino a la redención

"Con semejante pecado por lavar, el camino del Fantasma hasta la redención será largo".

La redención es una de las motivaciones más poderosas en la literatura, no solo de ficción: tal es su poder que trasciende los géneros, los formatos e incluso el paso de los años; es atemporal. Encontramos historias de redención en sociedades con conceptos muy distintos del honor, en mundos ficticios que jamás existieron: su prevalencia es tal que nos lleva a pensar que puede tratase de una pulsión innata al hombre. Y el camino a la redención, como no podía ser de otro modo, varía: quizá consista en quitarle la vida a quien truncó la propia; en reparar un gran daño; puede requerir un viaje —interior o exterior— o incluso, en los casos más extremos, abandonar la identidad que se ha adoptado hasta entonces para abrazar una que permita el comienzo de una nueva vida.

Este relanzado Universo DC ha decidido subir las apuestas hasta rozar el cielo en lo que a redención se refiere, estableciendo como protagonista de esta nueva colección del Fantasma Errante al traidor definitivo: Judas Iscariote. El apóstol, una figura fascinante cuyo estudio revela matices que lo convierten en un personaje aún más polifacético, profundo y digno de análisis, se embarca en esta serie en un camino hacia la redención para expiar una culpa ancestral —que pende de él de la forma más literal posible— a través del mundo real y de los universos de la magia, todo ello con una ambientación lóbrega y sobrenatural. Pese a que el caso que nos ocupa puede ser uno de escenarios de búsqueda de redención más importantes —por las implicaciones históricas, culturales y religiosas de la figura de Judas— en el Universo DC no han faltado, con el paso de los años, personajes que han intentado equilibrar sus particulares balanzas kármicas. Y como no podía ser de otro modo, hay historias con final feliz e historias amargas.

En la primera categoría podríamos situar a Catman, personaje de poco lustre y ridícula indumentaria, que después de años en la decimoctava fila de la villanía y de tocar fondo —y cuando hablamos de tocar fondo, hablamos de tocar fondo con mayúsculas— en la etapa de Green Arrow a cargo de Brad Meltzer, tuvo la suerte de ser tocado por la mano candorosa de Gail Simone, que lo llevó a la sabana africana a encontrarse consigo mismo, a ponerse cachas y a regresar a la palestra transformado no en un villano, tampoco en un héroe, pero sí en un hombre capaz de mirarse al espejo con orgullo. Catman pasó a ser el líder del grupo conocido como los Seis Secretos, a ganar en carisma y presencia. Catman se redimió no tanto de su carrera de villano como de sus propios demonios, de su pasado, librándose de esas ataduras para abrazar una vida de aventuras entre los muchos tonos de gris que se extienden entre el blanco y el negro.

Y hablando de Catman, ¿qué pasa para que los gatos siempre sean tan poco claros en su alineación moral? Sin duda la naturaleza misteriosa del felino ayuda a darles esa imagen de criatura que no se posiciona. Selina Kyle, Catwoman, ha bailado sobre la línea moral durante décadas, aunque con el paso de los años sí se apreció un alejamiento de la pura villanía hacia una motivación más compleja, movida por la curiosidad y el juego más que por el simplista robo. ¿Redención? Para la ladrona felina por excelencia no hay nada que redimir. Pero quienes la vemos desde fuera podemos afirmar que desde la Catwoman de Bob Kane a la de Ed Brubaker se ha recorrido un largo camino del negro al gris.

La otra cara de la moneda es la de aquellos personajes que aspiraron a dejar atrás su pasado de villanos pero no pudieron, empujados por las circunstancias. El caso más claro lo encontramos en Black Adam: después de lustros como archienemigo de la Familia Marvel, Black Adam decidió establecerse en su patria liberada, formar una familia y poner todo su empeño en que le dejasen en paz. Tal vez no fuese un héroe al uso, pero pasó de ser un monstruo causante de destrucción gratuita en las páginas de JSA a ser un héroe para su gente. Sin embargo, varias de las facciones de villanos que poblaban las páginas de la macroserie 52 tenían otros planes para él. Ciego de dolor por la cruel destrucción de todo cuanto había intentado construir, Black Adam regresó a sus siniestros orígenes y le declaró la guerra al mundo entero: hicieron falta casi todos los héroes del planeta para detenerlo. Black Adam trató de encontrar la redención en el amor con unos cimientos de buenas intenciones, para encontrar solo recelo y violencia a cambio. ¿Lo intentará de nuevo, a sabiendas de la respuesta que puede volver a cosechar? ¿Lo haríais vosotros?

La búsqueda de redención es una idea tan poderosa, tanto para personajes como para autores, que vertebró una etapa entera: el aclamado paso de Geoff Johns por Flash. Villanos veteranos como el Flautista u Ola de Calor habían cambiado de bando gracias a la mano izquierda de Wally West, un héroe moderno más interesado en reinsertar a sus enemigos en la sociedad que en darles puñetazos. A este cambió también contribuyó la naturaleza de la galería de villanos de Flash, hombres como tú y como yo a los que la vida ha empujado a caminos difíciles, en los que reside cierta maldad pero que al mismo tiempo mantienen férreos códigos de honor. La verdadera ubicación de estos fascinantes personajes en el gradiente moral y cuáles eran los auténticos motivos que les habían conducido a defender el orden y la justicia fueron elementos claves en esta aclamada etapa.

La historia del Fantasma Errante gana en tragedia y magnitud a la de los personajes anteriormente mencionados: a fin de cuentas, ninguno de ellos tiene en su historial criminal el haber entregado a la muerte a un mesías, ¿verdad? Con semejante pecado por lavar, podemos anticipar que el camino del Fantasma hasta la redención será largo, muy largo, y plagado de peligros y aventuras como los que hemos podido disfrutar en este tomo.

Alberto Morán Roa

Artículo originalmente publicado como introducción del tomo Fantasma Errante: Un extraño entre nosotros (a la venta desde el 30 de agosto).