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Batman: Ciudad del crimen

A principios de la década de los noventa, un veinteañero llamado David Lapham (Nueva Jersey, EE.UU.; 1970) se adentró con firmeza y convicción en el mundo de la historieta. Pero tras unos primeros pasos prometedores en editoriales como Valiant y Defiant Comics, comenzó a experimentar cierta insatisfacción con el trabajo realizado; y dudas sobre el camino a seguir para encontrar su lugar en la industria. El proceso de reflexión subsiguiente concluyó con la certeza de que para desarrollar y explorar sus inquietudes artísticas tendría que ejercer un control completo sobre su obra, y el camino más directo para ello pasaba por la autoedición. Así, en 1995 fundó El Capitan Books, editorial con la que publicó el trabajo de toda una vida: Balas perdidas (Stray bullets), aclamada serie de género negro merecedora, entre otros galardones, de dos Premios Eisner.

Durante 10 años, Lapham se centró casi exclusivamente en la colección, asumiendo de forma muy puntual otro tipo de colaboraciones. Pero en 2005 tomó la decisión de pausar la publicación de Balas perdidas, abriendo la puerta a posibles encargos de las grandes editoriales. Fue entonces cuando los editores de DC Comics le propusieron suceder a Andersen Gabrych como guionista de Detective Comics; oferta que aceptó con el ánimo de seguir creando “historias trágicas, retorcidas y aterradoras”, y sabiendo que en esta ocasión se podría centrar únicamente en escribir los guiones y abocetar páginas, dejando el resto de fases del proceso de producción en manos de otros profesionales.

El dibujante elegido para completar su trabajo fue Ramón F. Bachs (Santa Coloma de Gramanet, 1973), quien tras destacar con Manticore, Yinn o Castor & Pollux, y alzarse con el Premio Josep Toutain al Autor Revelación del Salón Internacional del Cómic de Barcelona de 1999, ya había debutado en el mercado americano con Joker/Mask, diferentes proyectos de la franquicia Star Wars, Batman: The 12-cent adventure y un par de entregas de la cabecera Batman: Legends of the Dark Knight. Bachs recuerda que las páginas que le remitía Lapham “eran DIN A-3, fotocopias. Las hubiera podido entintar tranquilamente y hubiesen funcionado. Eran sus lápices, tal cual… él entinta con esos lápices y le queda perfecto. Me encontraba esas páginas y pensaba ‘¿Y qué hago?, ¿Cómo lo cambio?’”. Pero tal y como reconocía su compañero de equipo creativo, Bachs logró despejar todos los interrogantes: “La parte más emocionante es observar cómo Ramón crece y evoluciona a medida que recibe los lápices de cada nueva entrega. Ha mejorado y se ha vuelto más oscuro, cogiéndole el punto al aspecto de terror del cómic y haciendo de Gotham City un lugar cambiante, retorcido y maligno”. Algo básico, teniendo en cuenta que el enfoque elegido por Lapham partía de los elementos originales del mito para retratar al Caballero Oscuro como un personaje que ha construido toda su vida en torno a la idea de infundir miedo a los criminales; como “un monstruo, una criatura de película de terror” cuya presencia resulta tan intimidatoria como su ausencia, que con la complicidad de las sombras y de la leyenda que le precede, lo convierten en una suerte de entidad siempre acechante y dispuesta a impartir justicia.

Batman: Ciudad del crimen —tomo que recopila de forma íntegra esta etapa— abraza dicha faceta del Hombre Murciélago, creando un ambiente perturbador y desasosegante. Pero también honra el elemento detectivesco consustancial a la colección decana del personaje, expuesto mediante un misterio de corte clásico que parte de la búsqueda de una chica desaparecida para desentrañar “una conspiración de corrupción y muerte”. La enésima confirmación de que Gotham City es, en palabras de Lapham, “un lugar horrible y miserable, una auténtica pesadilla contra la que Batman libra una guerra interminable”.

David Fernández

Artículo publicado originalmente en las páginas de Batman: Ciudad del crimen.